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Algunos le llaman "amor".

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Mensaje por Juliette France Jue Oct 18, 2012 7:06 pm

Informaciones:

Tenía que admitirlo, se veía bien. Quizá si hubiese sido chico habría tenido fortuna en el amor y hasta podría haber sido un rompe corazones, alguien guapo y admirado. Lástima, no podía cambiar su sexo, no por mucho tiempo. Lo más fácil para no tener que entablar una conversación con alguien era la técnica de “si me tocas te golpeo”, con los labios fruncidos como advertencia y mirada severa como amenaza, nadie que se cruzase por su camino al último dormitorio se atrevería a molestarle. Llevaba consigo una bolsa negra y mientras caminaba su discurso planeaba.

—Disculpe— quizá era un poco exagerada la profundidad de su voz, pero con la pinta de tipo guay que se traía, el conserje seguramente dicha anormalidad no notó. ¿Qué más daba? Trabajaba con vampiros, todo podía esperar. —Olvidé mis llaves adentro de mi pieza— el tipo ni si quiera se molestó en dejar de darle la espalda, seguía con sus deberes como si nadie le hablara. Juliette carraspeó la garganta, odiaba ser ignorada. —Necesito que me la abra— cualquier pizca de cortesía o inseguridad en su voz se había desvanecido. Notaba que aquel empleado era un borde descarado y no permitiría que le hiciese menos. El conserje comprendiendo que había que tomarle enserio, se dio la vuelta y con la cabeza baja alcanzó a contestar en voz baja: —Por supuesto—. Juliette sonrió mientras el conserje se le adelantaba. —Es la 399, la última—. Un poco molestó por la aclaración reiterativa, el conserje siguió caminando tomando la delantera, ella provechó la situación para poder expresar un poco su enorme felicidad mordiéndose el labio para ahogar la intención de un gritito. El caminó pareció más largo de lo que era, la excitación de lo que sucedería a continuación distorsionaba el tiempo y espacio de su perspectiva. Cuando por fin llegaron, el conserje tardó todavía un rato en localizar la llave que abriese la fina puerta de caoba, cuando por fin lo hizo se marchó sin decir ni esperar nada, la dejó sola.

Entrar allí era toda una experiencia. Podría haber pasado las horas memorizando y complaciéndose en su olor. No había una sola cosa que no estuviese profundamente impregnada de él, era como contar con su presencia, o hasta más fuerte. Se abrazó a sí misma reservándose las ganas de pasear por todos lados y, ¿por qué no? Esculcar un poco. Pero no, no venía a divertirse, a jugar, venía a una misión ejecutar. Quizá después de ese día, cuando todo hubiese salido perfecto al plan y tuviese nuevamente sus infinitas horas de ociosidad, buscaría en internet un método para abrir puertas, justo como en las películas, donde no hace falta más que un broche para el cabello para lograr violar la privacidad del sujeto. Así podría entrar y embriagarse con su olor cuando quisiera, podría esa vez sí esculcar y agregar aquel sitio a sus dominios.

Basta de juegos, a trabajar.

Sacó de su bolsillo derecho un par de guantes de látex. Había cuidado de no dejar caer la bolsa negra que sostenía en la mano izquierda al suelo, podía dejar una mancha el la alfombra o… pensar en qué podía ocasionar era lo de menos, prevenir era lo realmente importante. Cautelosamente, caminó hasta llegar a su cama, cuidando de no hacer ningún ruido, como si Kaien mismo estuviese en la puerta de a lado. Se agachó hasta sus glúteos chocar con sus tobillos, acercó lentamente su nariz a su cama. Y pensar que en aquel sitio él descansaba… ¡Oh dulce vida, gracias por permitir que ella estuviese ahí!
“Es una pena… una verdadera pena tener que…” un suspiró irrumpió sus pensamientos, y de golpe con la mano libre, con los guantes puestos, arrancó las cobijas descubriendo la fina ropa de cama que le acompañaba noche tras noche. Casi sin tocar las sábanas, las apartó dejando al desnudo el colchón. Cuidando que las piedras no se le viniesen encima, abrió la bolsa y dejó caer todo el contenido de pequeños guijarros y tierra. Luego, les distribuyo uniformemente por toda la cama, cerciorándose de que ni una sola esquina se le escapara. Con la pericia de un ama de casa, volvió a tender perfectamente la sábana, justo como le había encontrado, luego, cogiendo la almohada donde diariamente descansaban sus azabaches cabellos. Abrió la funda y sacando las piedras llenas de tierra y musgo, que había recogido del río, puso unas cuantas en el fondo, cuidando no distorsionar la figura de ella. Por último, cerró su obra colocando perfectamente el edredón y las cobijas encima de ella tan perfectamente que, era imposible creer que había pasado algo dentro de ellas.

Suspiró. En el camino había estado pensando en hacerlo o no, pero, ¿y si pensaba que alguien más lo habría hecho? Suficiente prueba habría sido revolcarse en su cama y encargarse de impregnar bien su olor, pero no, habría sido muy obvia su fechoría, ella sólo quería hacerle evidente que había estado allí, mas no lo que había hecho dentro. Bueno, entonces el lápiz labial era la mejor opción.
Se dirigió hasta la puerta del baño, sacando en el camino de su bolsillo un pequeño papel y el lápiz rojo pasión que nunca había estrenado, era un color único, fogoso, comprado en la mismísima Francia. Era el último que sobraba en existencia, su madre había comprado tres docenas en el tiempo en que salió con su padre, había guardado el último con la falsa esperanza de alguna vez encontrarlo y, que reconociese aquel tono que él y sus camisas blancas, tenían que haber memorizado luego de tantas manchas. Éste ejemplar de cosmético labial, había quedado en el testamento de su madre, junto con la carta del cómo había conocido a su papá pues, en todo lo que le restó de vida, jamás hubo una sola palabra de Dominique entre Amélie y Juliette.
Apenas lo abrió, suspiró. No podía creer que estuviese haciendo eso. ¿Una frase de amor? Realmente no había pensado en qué se suponía que pondría en aquel ostentoso espejo. Qué patética era ella. Otro suspiro. Mierda, mierda, mierda. ¿Por qué le confundía tanto? Bueno, no hacía falta preguntarlo, ella sabía de lo que se trataba pero jamás debía de pronunciarlo, ni si quiera en un enunciado dirigido para y exclusivamente a sí misma. Le odiaba tanto como le amaba. Dejó el papel justo debajo del mensaje. Suspiró por última vez.

Miró por última vez la habitación, una fugaz sonrisa en sus labios se derritió, dándole paso a una expresión ¿triste?, ¿decepcionada? No parecía el tipo de expresión con la que se suponía que debía salir de ahí. Bueno, la travesura, la misión estaba hecha. Miró su reloj. Si quiera recibir él mismo su ropa, habría de llegar antes de la próxima media hora, tiempo en que vendría Cynthia a dejar las camisas impregnadas de polvo pica-pica.
Casi se olvidaba. Cuidadosamente separó un poco una de las cortinas del límite de la ventana, para darle una buena vista. Abrió la puerta y se despidió de la habitación depositando un beso en su dedo índice y en su dedo de en medio, al separarlos de sus labios los puso en horizontal, soplando un poco para hacer la finta de que llegaría hasta cada rincón de aquella habitación de la que con tanta pena se separaba. Por último se encogió de hombros, riendo un poco. Qué ridícula se había vuelto. ¿Qué le podía hacer? Cerró la puerta con cuidado y comenzó a caminar pensando en una forma de denominar aquella desesperación que le venía al en él pensar.

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Mensaje por Kaien Frenthig Sáb Oct 20, 2012 5:38 pm

Bueno ya no podía decir que no conocía a nadie en ese lugar, para mis salidas había terminado de ver un poco más el lugar y aquello ya no me parecía tan desastroso como antes, sabía cuando tenía que salirme de la residencia en momentos incómodos, cuando tenía que ir buscar algo que hacer y tardarse las suficientes horas como para terminar en la academia e ir a hacer algo poco/nada productivo a mi habitación, pero las clases eran bastante aburridas hasta ahora, no había hablado con algún profesor en particular por lo cual tampoco me interesaban demasiado sus clases, cosas que ya sabía, eran bastante repetitivos para mí.

Arrastre mis pies hasta los dormitorios, la verdad a pesar de todo no había tanta gente como realmente esperaba de aquel lugar, cosa que agradecía bastante, los pasillos del lugar estaban vacios, me pareció algo extraño pero quizás había algo y no me enteraba, como siempre, cosas como los eventos con una fecha en especifica me eran bastante molestas, no era bueno con lo del tiempo, me refiero al hecho de recordar la fecha en que estaba viviendo, no era realmente muy importante desde luego, los días, las semanas, los meses, no eran algo que me fuese relevante para subsistir, los humanos sí que se preocupaban mucho de aquello, como si fueran a morir de un día para el otro, quizás era así; quizás si morían cuando menos lo esperaban, aunque aquello tampoco era asunto mío de todas formas.

-¿Sucede algo? –Pregunte alzando una ceja al ver que el conserje me miraba, me lo tope por casualidad, normalmente nunca lo veía, cosa que no era de extrañar ya que no le interesaba a él tampoco mezclarse mucho con nosotros.

-¿Ah? Sí, sí –Respondió luego de unos segundos como si hubiera entrando en transe- ¿Está es su habitación?

- -Ladee la cabeza como si estuviese mirando a un payaso, sin causarme gracia claramente, el hombre se encogió un poco como si fuese a decir algo pero sin poder- Creía que las demás habitaciones de este pasillo estaban desocupadas –Dije con voz fausta, sin mucho ánimo- La 399 es la mía.

-¿Sí? –Soltó con un hilo de voz, como si hubiera descubierto la nueva ley de gravedad, entrecerré los ojos sin entender que pasaba, la verdad es que quería entrar y descansar un rato, no por nada había elegido el lugar más alejado de aquella residencia, para no toparme con nadie.

-¿Por qué? ¿Necesita algo? –Traté de ser amable, pero realmente mi tono no estaba sonando tan apacible como deseaba, el sujeto negó rotundamente, dio una reverencia pequeña y se fue sin decir ninguna otra palabra- ¿Qué demonios? –Susurre sin entender que pasaba, quizás había pensando que era de otra persona aquella habitación ya que no me veía mucho no era de extrañar, pero aún así….

Saque la llave de la habitación abriéndola con lentitud, mas apenas entre en ella sentí un olor extraño, pestañe varias veces mientras entraba y cerraba la puerta tras mis espaldas; no era muy agradable, era como… ¿Qué diablos era ese olor? Era tierra, tierra... Humedad y… no sabía cómo identificar lo demás, toque mi frente intentando pensar qué diablos era eso, pero no encontraba algo lógico ¿Agua tal vez? ¿Había alguna filtración o algo parecido?, mire el piso unos segundos, nada, mire el techo, nada tampoco, quizás solo eran imaginaciones mías. Me detuve en seco cuando llegue a unos metros de mi cama, la mire unos instantes, luego observe el piso alrededor de esta, tenía un leve polvo sobre ella, bueno, polvo no, era tierra, tierra húmeda, ese era el olor que sentía, me acerque un poco más al mueble, al mirarlo más de cerca fruncí el ceño.

¿Por qué…? ¿Por qué la cama?... toda la maldita cosa tenía ese olor, la mire desconfiado, no estaba muy seguro si realmente quería ver que estaba pasando ahí, pero algo me decía que no iba a ser bonito, no era porque fuese a tenerle asco, era que realmente …. Suspire unos segundos en mi posición, con los brazos cruzados contra el pecho y la vista clavada en las sabanas, sin moverme y intentando verle un lado bonito a todo aquello, quizás era algo tonto que no tenía importancia, pero una parte de mi cabeza me decía que alguien me había jugado una broma; como sea, tome el borde del edredón levantándolo no vi nada, más debajo de la funda de cama noté un tono tierra asomándose, o diablos… lo sabía, ¡Vaya broma! Lo saque de golpe descubriendo el colchón, el sonido de los guijarros cayendo y la tierra levantándose fue lo único que sonó por unos segundos, las almohadas cayeron al suelo también haciendo un sonido seco al chocar contra el piso, ¿Eso también?

Me quede con la tela en la mano durante unos segundos, mi ceño se frunció desfigurando mi rostro durante un rato, mas a pesar de aquello no estaba lo suficientemente alterado para salir de inmediato a reclamar aquello a algún lado, el olor hizo que me diera dolor de cabeza, solté el resto de la ropa de cama arrojándola sobre el mismo colchón haciendo que saltase más de aquella bromita por la habitación; me tarde uso minutos en pensar que tenía que hacer, mas en contra de lo lógico lo primero que hice fue abrir una de las puertas que estaba al fondo de la habitación, sí, bien ahora si podía decir que estaba asustando, solo un poco quizás; era una sala mediana, de color rojo carmesí y bordes negros por lo bajo de las paredes, en el centro había un [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] de forma extraña, tenía un nudo en el estomago, me acerque con un paso un poco más rápido para revisarlo, mire dentro de él, nada, las teclas nada, camine hasta el único mueble que había en la habitación, un escritorio repleto de papeles, mire dentro de las carpetas de las partituras por si faltaba alguna, o si les habían puesto alguna tontería, nada, solo después de comprobar cada uno de los cajones con las composiciones pude lanzar un suspiro aliviado, santo cielo… de verdad eso sí me habría sacado de mis casillas.

Juraba por mi vida que si le hacían algo a mi piano me daba igual matar al que sea, aún cuando hubiese jurado no hacerlo, no era en particular una pieza que tuviera cientos de años, quizás solo unos 30, pero si habían tardado mucho en hacerlo, mas de esos míseros 30 años en los que me había acostumbrado a tocarlo, a darle una vida que la madera podía crear por sí sola y que con este era mucho más complicado, no recordaba tener algo realmente … propio, no había nada más que aquello, incluso si hubiesen quemado las partituras las recordaría y las volvería a escribir, pero aquel piano era importante para mí, lo había hecho alguien importante para mí, algo que era único y que era mío, mordí mi labio inferior, estaba sudando, realmente me había asustado; golpe con la yema de los dedos la madera del escritorio, lo hacía con fuerza, ni siquiera me estaba dando cuenta de eso, algunas de las carpetas que estaba acomodadas arriba de un pequeño estante del mueble temblaron hasta caer sobre mi mano, pestañe mirándola era carpeta verde musgo con bordes negros, era de las que había comenzado a escribir desde que estaba en la academia, cuando las quise tomar las hojas cayeron al suelo esparciéndose por el lugar, baje la cabeza y cerré los ojos mientras soltaba un suspiro, ¿De verdad?, ¿Quién diablos estaba jugando conmigo?; y yo que quería descansar.

Me levante para recoger las composiciones, habían solo 5, una la había hecho cuando llegue a ese lugar, cuando sentía la euforia escondida de estar otra vez entre otros vampiros, “Yenthezar”, la segunda… ladee la cabeza, la segunda, la tercera, la cuarta y la quinta, las tome tratando de no pensar en nada, mas aquellas cosas que no tenían ningún nombre porque no sabía cómo hacerlo, no habían sido más que la inspiración de una chica que me había dado grandes dolores de cabeza, no estaba muy seguro, quizás solo era imaginación mía, la primera vez que la había visto me parecía genial, interesante, podía plasmar aquella extraña personalidad en unas notas descoordinadas pero armónicas, la segunda vez fue solo por la intención de recordarla, la tercera cuando había conocido otra de sus mascaras y no estaba seguro de cómo comenzar, no tenía un inicio, pero tenía un interludio, un medio, era la única parte que había compuesto, la cuarta había sido una tontería, había sido por hecho de pensar que me estaba divirtiendo con su extraña persona, pero solamente eran notas sin ningún sentido y al igual que las demás no sabía que nombre ponerle; la quinta por el contrario no tenía, una parte importante, tenía principio, medio, pero no tenía un final, porque había sido yo el que se había confundido, el que había dudado, el que había salido corriendo de ahí, el que no tenía ni la menor de idea de cómo tratarla.

Me quede con la vista fija en la hoja por unos minutos, como si realmente ahora pudiera reaccionar con eso, como si pudiera pensar más claramente, ese día no estaba pensando con claridad, quizás la había molestado, quizás le había dicho alguna estupidez, pero realmente no estaba pensando en lo que decía, voltee la mirada hacía el piano, tome la partitura y la deje sobre las teclas del instrumento, había comenzado a sudar de nuevo, quizás luego intentaría terminar eso, quizás lo haría, mi corazón se apretó levemente contra mi pecho, lance una risa baja al sentir eso ¿No se suponía que nosotros no teníamos eso? ¿Corazón?... deje el resto de las partituras en la carpeta y la volví a poner donde correspondía, mientras lo hacía algo llego a mi cabeza, la ladee buscando un lápiz, cuando lo encontré, tome la hoja que había dejado en el piano, mire por la ventana que estaba frente al escritorio, no sabía su nombre ¿O sí?, no lo sabía, realmente no lo sabía, me incline sobre la silla que estaba en ese lugar y garabatee algo sobre la partitura al principio, sí japonés sería lo más adecuado, porque ahí había empezado todo eso, no sería de otra forma.

終わりは始まりません
[Sin un comienzo no hay un final]


La deje ahí sobre el escritorio, tal vez algún día la terminaría, pensándolo bien, aún si no me la cruzaba otra vez, quizás… solo quizás habría un espació de mi co… cabeza que encontrara una armonía para poner al final de todo aquello, quizás sí sería así; salí de la habitación cerrando la puerta más calmado, de verdad… el que había hecho eso… camine a paso escuálido al baño, estaba sudando, sinceramente aquello había sido un susto peor que el de una pelea, entre mirando el suelo, me sentía agotado como si hubiera salido de una guerra, genial, que lindura era todo aquello, abrí la llave del agua fría y moje mi cuello y mi rostro por un rato escuchando el agua correr, tenía que arreglar ese desastre… bueno no yo, alguien tendría que hacerlo, no pensaba sacar toda aquella porquería de mi cama, compraría una nueva; pestañe mirando al lado del lavamanos, había una nota, ¿Ahora los bromistas dejaban notas? Tome una toalla que estaba cerca de ahí y me seque el rostro y las manos, tome el papel mirándolo sin entender.

¿Baile? ¿Baile de Halloween?, por mi cabeza pasaron puntos suspensivos, estaba seguro, ¿Qué pasaba con aquella tonte…

-¡Mocosa! –Fue lo primero que salió de mis labios, seguro si hubiera alguien en la habitación de al lado me habrían escuchado, asegurado, pero ya que no era así estaba genial, mas no lo dije molesto, ni siquiera había terminado de leer lo que decía realmente el espejo cuando levante la cabeza del papel, pero de inmediato había supuesto que era esa chica bipolar, no conocía su letra, no había rastro de olor de ella, pero fue la primera imagen que se me vino a la cabeza al ver aquello, era… como ella, extraño y… ella.

Puse mis dedos en el espejo mirándolo con detención, leyendo una y otra vez lo que tenía escrito, sonreí de medio lado tontamente, sin saber realmente porque lo hacía, ¿Rota? Quizás estaba un poco loca, todas las personas tenían algo de eso, pero quizás había algo mal escrito en ese mensaje, ¿Era yo el que tenía que enamorarse? ¿O solo era una más de sus bromas? Quizás si era eso, no me sorprendería, más una parte de mi se quedo clavada con en los trazos de las palabras, como si quisiera creerlas de verdad, ¿Era una pregunta? … recalque con mis dedos el signo pregunta durante unos instantes hasta que se borro dejado una mancha rojiza, mire mi mano por unos segundos, luego la levante hasta las primeras palabras, borre con la palma alguna de las palabra pero no todas, dejando el objeto algo manchado pero no le di importancia, solté una risa extraña al ver que es lo que había quedado, negué con la cabeza divertido, ¿No tenía que estar enfadado? ¿Por qué me estaba riendo a final de cuentas?. Metí el papel en uno de mis bolsillos y salí de la habitación de baño, mire mi cama y luego mire mi mano manchada de rojo por la pintura del espejo, salí del cuarto en general, cerré la puerta con llave.

Aún no entendía ¿Por qué estaba feliz? ¡Tonto! Tenía que estar enfadado, habían dejado un desastre en mi habitación, más aún así no podía quitar la sonrisa, de mi boca, era como me la hubieran pegado a la fuerza, mas no quería quitarla; como fuese ¡Tenía que buscar a alguien que arreglara eso!, baje las escaleras de la residencia, casi corriendo, y tenía que encontrar la forma de que mi pulso volviera a la normalidad, ciertamente, tenía que hacer algunas cosas antes de volver a descansar.

Spoiler:
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Mensaje por Juliette France Jue Oct 25, 2012 12:41 pm

Tal y como había disfrutado las últimas ocasiones en que lograba sacarle del rostro aquella expresión tan arrogante y apacible que le resultaba tan exasperante, disfrutaba plácidamente desde su escondite. El pequeño pedazo de ventana desnudo de la cortina, apenas le alcanzó para ver un poco del desastre que provocó su reacción ante la violación de su habitación. ¡Cuánto hubiese dado por mirar su rostro, la furia y la confusión en él! Desde su lugar sólo pudo observar sus manos moverse frenéticamente en expresión de su rabia. Soltó una risa de triunfo y se recargó en la pared a un lado de la ventana, seguía algo decepcionada porque por alguna razón completa e irremediablemente desconocida para ella, sentía que algo no iba bien, que la victoria por esta vez, no era suficiente. O tal vez la razón no le era tan desconocida. Quizá le hacía sentir un poco invadida, expuesta y hasta herida, el haber escrito aquellas palabras de letras carmesí. Empezaba a querer rogar al cielo que no adivinase quién lo escribió. Se le estrujó el corazón de pensar que él pudiese creer que fue alguien más, que su cantidad de fans hiciese factible que cualquier chica igual de loca que ella era capaz de hacerlo.

Una risilla aniñada le invadió de un tirón y por completo. Llevó una mano hasta su frente, golpeándose levemente con la muñeca, para después dejarla caer por el resto de su cara ejerciendo tal presión que parecía que se la embarraba. –¿Desde cuándo es que me preocupan este tipo de cosas?– por primera vez en mucho tiempo, la vergüenza le tiñó de un fino y pálido rosa las mejillas.
No lograba comprender cómo era que de un día para otro, había aparecido él de la nada y se había convertido en lo más estresante y obsesivo que había experimentado en toda su vida. Había algo en su mirada, en su casi inexistente sonrisa y hasta en su voz que le seducía con cada encuentro; que hacía a su cuerpo rogar por más. De nada sirvió los años de ruegos al Dios del cielo en los que pedía ferviente y casi desesperadamente que le impidiese el soberano dolor de atravesar la suave carne de su pecho con la terrible y grotesca daga del afecto. Y se escribe “afecto” porque amor no era ni lejanamente parecido a lo que estaba sintiendo en ese momento. El amor era algo más allá, supremo, y que definitivamente no podía empezar como había empezado la historia de ellos dos. Eso y que ella misma se consideraba inapropiada y desmerecedora de él, del caballero rojo, dulce, amable y apasionado al que llamaban “amor”.
Él sólo era –en la imaginación de Juliette– para aquellas chicas que le habían anhelado desde su más tierna edad, que le alababan con su mente, su hablar y su actuar; las que jamás habían perjurado contra él y que necesitaban de su existencia para su existencia misma. Sólo ellas serían dignas de su cálida mano, de su novia la felicidad y el eterno romance de una vida llena de algarabía. A las demás, les tenía que bastar con su fiel y fúnebre compañera, soledad. Tan fuertemente asida de este pensar que, sabía que las estrellas de su destino y el resto del universo, estaban de acuerdo con su perpetua y bien estimada soledad; no había nadie quien rogase por hacerle merecer un poco de felicidad, nadie se oponía a su merecida agonía y al irremediable destino de su vida. ¿Por qué necesitar de algo que se acaba y se desgasta con su uso?

“Es inútil. Y estúpido”.

Y muy a pesar de lo testaruda que había llegado a ser con sus convicciones, por… ¿contradecirla?, para… ¿enseñarle? La lección que quería darle Dios, el destino o lo que fuese que controlase los últimos eventos que habían acomplejado su vida; sinceramente le parecía superflua, desgarradora e infructuosa. Dolía tener que aprender de esa forma, arrancándole las alas al corazón y metiéndole en una jaula de engaños y dolor. ¿No era suficiente con arrancar a su madre de su lado? Sí, tal vez parecía que no había dolido pues ni una sola vez había llorado, pero ¿para qué? Eso no la devolvería, no al reviviría ni cambiaría nada. Lo mismo con él: Llorar, suspirar o emocionarse demás no lo iba a enamorar y darle el final feliz que secretamente su alma deseaba.
Así que no sabía qué hacer, cómo reaccionar, qué decir, cómo actuar. Se sentía estúpida estando con él, puesto que nunca supo que le faltaba confianza hasta que lo conoció. Había preferido tapar los hoyos de sus incontables inseguridades mintiéndose a sí misma con cada uno de sus personajes, pero el enorme abismo que los días habían cavado desde su primer encuentro, era imposible de esquivar con cualquiera de sus personajes.

¿Cómo había cavado semejante abismo tan profundo e indefinidamente inmenso? La incógnita y su naturaleza irremediablemente imprecisa le acongojaban y prosperaban su creencia de que su inteligencia se iba reduciendo conforme continuaba su “amor” por él. El raciocinio dictaba examinar los hechos cronológicamente y los efectos desencadenados por cada uno de ellos. ¡Y lo había intentado! Pero cada que intentaba acomodar sus pensamientos, ideas y –ni se diga– pensamientos, un bombardeo de confusión producía el más inquietante caos que le arrastraba hacia el camino de las causas perdidas. Pero específicamente aquella noche, a la débil y casi tintineante luz de la madre luna y las curiosas estrellas, pareció tan fácil como una ecuación de primer grado, rememorar cada instante pasado a su lado.

Primero, la suave y fría tarde en que se conocieron. El invierno apenas huía de la venidera primavera y, un fortuito y gatuno conector de destinos, comenzó con la doble tortura que se significaría el conocerse, que se sabe que dicha era compartida por ambos. Qué hermoso desconcierto fue ahogarse en el mar grisáceo de sus imponentes y casi perturbadores ojos. Sin saberse por el momento por siempre atada, cometió el error de adorar su mirada y dejarse embriagar por sus palabras. Lo mejor de todo fue no darse cuenta de ninguna de aquellas acciones hasta ser constantemente acosada por el recuerdo del fugaz encuentro. El investigar su procedencia y sangre, fue un temprano y desafortunado indicador del recién despierto y creciente interés.

El segundo encuentro, fue… una sorpresa. Una halagadora ofensa. Era como si, entre los miles de millones de estrellas, habiéndolas tan bellas, brillantes y constantes, eligieses a la más frágil, opaca y poco importante, para memorizar su brillo, su lugar en el infinito cielo. O como si en un campo repleto de miles de rosas, memorizaras el perfume de una y le dieses una importancia individual, única. ¿Por qué no solo la ignoró? Aquel día fue la perfecta muestra de la fila de féminas de embriagantes perfumes que luchaban por una leve mirada de su atención; y él, no sólo no la desconoció, le llevó de la muñeca casi reclamándole como suya e ignorando al mar de bellezas en el que apaciblemente podría ahogarse en placer. Pero la contradicción de ser una halagadora ofensa se basaba en el hecho de no poderle engañar.

De no poder huir de él.

¿Cómo poder seguir su vida y deshacerse de su recuerdo si, fuese a donde fuese él sabría que debajo de sus mentiras estaba la media verdad que conocía de ella? Frente a él tendría que ser lo más cercano a ser sincera, lo quiera o no lo quiera, no había otra manera. Con el avistamiento en la iglesia, el rápido latir encubierto con la estúpida mentira de sentir solamente una vulgar adrenalina del pánico escénico y… sus palabras; la confrontación de los cuestionamientos que tanto esfuerzo le había costado esquivar, ahora dichos por los labios más detestables y deseables que hay, era un golpe al ego, a la moral y a la psique. ¿Quién se creía para cuestionarla?, ¿Quién se creía ella para engañarlo? El juego que ella misma había empezado ahora se tornaba sádico y fuera de control. Y la pregunta del millón: ¿de verdad ella lo había empezado? Fuese o no, el siniestro encanto del caballero de la noche eterna lo había acentuado, y no sabía si gozarlo.

Y ahí estaba. Debajo de la madre blanca que ahora parecía tan perversa como la sonrisa que le derretía y de las hijas que acompañaban a la madre mofándose de la pobre y efímera existencia de la muñeca rota que lloraba en silencio por la prematura muerte de su amor inconfesado.
En estúpida desesperación y como último recurso en ahogar el incomprensible dolor que inundaba la pequeña atmosfera en la que ella misma se encerraba, se balanceó con suma fuerza de adelante hacia atrás, haciendo estrellar su cabeza contra la trémula pared tan desprovista de culpa pero tan importuna en posición. Al sonido del golpe en seco que dio, le prosiguió un brusco y poco sonoro “clic”. La ventana de la habitación se abrió.

Por un segundo la respiración se le desvaneció. La contuvo, no movió ni un músculo. Le asaltó el pánico y estuvo a punto de huir; aun cuando buceaba entre todos el desorden de sus pensamientos, fue fijo testigo de los sonidos de los movimientos de Kaien. Escuchó el correr del agua por las tuberías y el portazo de la puerta al retirarse de la habitación, siendo consciente del seguro que había interpuesto para evadir otra violación a su privacidad. Podía huir ahora, su presencia ya no le agobiaba y parecía que sus rodillas por fin reaccionaban. Pero…

¿Y el mensaje? Y, ¿el baile?

No podría soportar la incertidumbre de desconocer si había notado la anomalía o que su cólera le habría cegado y que no hubiese notado el mensaje. Si fuese así, podría arrepentirse, borrarlo y mentirse hasta nombrar aquel día como inexistente. La tentación de la ventana abierta y la seguridad de que él no volvería en un considerable rato, era demasiado gloriosa para ignorarla. Entró. Raspó un poco su garganta al ahogar una traviesa y malvada sonrisa cuando miró realmente las secuelas de la tormenta de furia del pelinegro. Tenía miedo de volverlo a ver, seguro que la ahorcaba. Asegurándose de no hacer ruido, de no dejar marca, dirigió su humanidad hasta el cuarto de baño. El vapor había empañado un poco el espejo y, antes de ver el mensaje, reparó en la ausencia del pequeño papel de recordatorio del baile. No sabía si reír o golpear. Era demasiado tarde. –Tarde…– susurró suave, desmotivada. ¿Para qué alzaba la mirada? Le daba vergüenza leer el patético mensaje que había escrito teniendo no sé qué mierda en la cabeza. Con la cabeza baja, ladeó un poco el rostro, sonrió de lado hacia el mismo rumbo que su cara estaba ladeada. “Quizás si, borro el mensaje, pensará que fue un… ¿fantasma?” el pensarlo le dio un poco de ánimo, muy poco realmente, pero al subir el rostro y mirar no sin cierto temor a la acción de la que más se había arrepentido en la vida; no lo creyó.

No lo leyó una, sino dos, tres, cuatro, cinco… Perdí la cuenta a la décima vez que lo leyó. Se frotó los ojos, se exasperó. ¿Era un sueño?, ¿una mala broma?, ¿qué quería decir con eso? Miró adelante, miró atrás, sintió mareos y casi hasta quiso vomitar. Las piernas le flaquearon como nunca en la vida, no sabía si reír o llorar.
Rendida, se tiró al suelo, extendió las piernas y recargó su espalda –que ahora parecía que pesaba toneladas– a la húmeda pared llena de azulejos. ¿Debía dar crédito?, ¿debía albergar una esperanza? Se secó la única lágrima que había sobrevivido del leve rocío que se había atorado en sus pestañas. Entonces comprendió que se llora para aliviar las penas, se llora, se canta y se ríe para aliviar las penas; pero primero, primero se llora.
Luego, rio un poco. Sí, seguramente debía de estarse burlando. No había otra explicación para aquello, ¿o sí?, ¿y si de verdad…? No, cállate, no digas, no pienses, no hagas.

Mejor, huye.
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Mensaje por Kaien Frenthig Sáb Oct 27, 2012 12:44 am

Abrí la boca indignado, pero ninguna palabra salió de ella, no supe exactamente que decirle ¿De verdad era… así de estúpido? Alce la mirada al techo como buscando una explicación lógica y razonable al hecho de que por más que lo intentase ese hombre, sin saber por qué, seguía culpándome y diciéndome lo irresponsable que era, bien lo admitía, no era el personaje de la historia que recuerda todo y es completamente intachable en temas de uso práctico, era puntual, más allá de eso no recuerdo tener una disposición concreta a ser representante de algo, quizás, por cosas del destino algún día me tomase el tiempo a ser más racional y ese tipo de cosas pero, por el momento solo clave los ojos sin ninguna simpatía sobre el hombre robusto y iracundo que estaba delante de mí.

-¿Correcto? –Volvió a preguntar sin mucha paciencia, como si realmente fuese él el personaje afectado en toda aquella situación.

-Ya se lo he dicho… no es culpa mía… -Gruñí entre dientes mirándolo desde el rabillo del ojo, ¿Por qué tenía que soportar a humanos indulgentes? De verdad…

-Pues le ha jugado una broma alguien y se la ha devuelto –Soltó como si fuese lo más normal del mundo, me quede unos segundos en silenció analizando lo que dijo, tal vez ese era su único punto real. Pero… ¿Por qué si solo le estaba pidiendo que fuese a sacar ese desastre termino eso así? Quizás no era la persona adecuada, debía busca a alguien más.

-¿Pueden enviar a alguien para que limpie o no? –Pregunte esta vez con un tono tétrico y helado, sin ganas de seguir una conversación absurda.

-Mañana –Susurro simplemente desviando los ojos hacia otro lugar.

-¿Mañana? –Repetí con un tic en la ceja, ¿Enserio? Un día entero con ese desastre en mi habitación… no viviría en paz- ¿Esta bromeando?

-Hay que comprar una cama nueva, sabanas, y el personal de limpieza solo está en la NOCHE –Sí eso era obvio, porque nosotros teníamos clases en ese horario, pero el hecho de que lo recalcara, me molestaba- Así que… mañana en la tarde estará todo listo.

- -Cerré los ojos con paciencia, respire profundamente y escuche el grujido de los músculos del hombre, tenso, como si creyera que iba a atacarlo o algo por el estilo- Mañana entonces.

-Sí…

La voz del hombre se perdió entre mis pasos, de verdad, había sido casi una pérdida de tiempo de no ser por el hecho de que era una solución a largo plazo… bueno no tan largo, pero de todas formas hoy tendría que quedarme viendo ese desastre, no era particularmente lo mío exagerar para que lo arreglasen, pero tampoco yo iba a hacerlo, no porque no pudiese sino más bien porque seguramente terminaría peor de lo que estaba actualmente; me desvié en camino a la residencia otra vez, por lo menos ya que no quería darme un paisaje contemplativo de la escena desastrosa me encerraría con mi piano y perdería el resto del día ahí, no era perderlo, pero claramente tenía una excusa en su cabeza para hacerlo sin sentirse culpable por nada.

-“¿Culpable? ¿Qué estoy pensando?” –Me cuestioné, no había ninguna razón verdadera para sentirme culpable por algo como eso, solo era para completar las frases que tal vez quedaban inconclusas en mi mente.

Subí la escalinata de la entrada, no había mucho movimiento, la sala de recursos de la academia y este lugar eran relativamente paralelos, bueno, para mí lo era, no estaba tan seguro si para todo el mundo era así, doble por la izquierda al fondo de pasillo, algo más relajado con las manos en los bolsillos, entre mis dedos sentí el papel que había recogido hace un rato ¿Cuánto tiempo había pasado? Quizás solo una media hora; no sabía realmente que pensar, si era una especie de broma o realmente trataba de insinuar algo con todo aquello, pero esa niña era extraña… y realmente no sabía como afrontar todo eso de manera madura, era como si los años de experiencia se hubiesen vuelto inútiles ante su presencia, y me hacía sentir agobiado, frustrado por no comportarme acorde a mi naturaleza, pero… ¿Cuál era realmente mi naturaleza?

Aquellas… miradas, los gestos, las palabras, las indirectas no eran precisamente algo que tomase todos los días y pudiera darle una mirada ingenua, ignorante, superflua, quizás solo las evitaba, pero aquella tonta chica no me dejaba hacerlo, aparecía de la nada, removía el piso con sus extraños aparatajes de vestimenta y actitud, una parte de mí comenzaba a creer que conocía a personas distintas cada vez, como si realmente no fuesen la misma persona, me estaba trastornando un poco, estaba algo sicótico con ese tema, quizás debía dejarlo, mas para cuando lo hacía pasaba algo, como ahora, esto, ¿Qué tanto le había dicho como para que aquello terminase así? ¿De verdad la había molestado? ¿O solo era una broma por haberme ido de ahí cruentamente? No lo sabía, realmente no quería saberlo tampoco, una parte de mi cabeza me repetía que podía ser mala idea seguir topándome con su presencia más, era…

-¿Qué? –Fruncí la nariz, estaba casi delante de la puerta de mi habitación para cuando el inicio y fin de los males de ese día hacía acto de presencia en ese lugar, ¿Estaba ahí? ¡Descarada! Sí, debería haberse largado, esta vez la haría limpiar el desastre que había provocado.

Abrí la puerta con presura, realmente no sabía si lo hacía por esa razón, por la de querer atraparla y dejarla ahí arreglando el caos, o si simplemente lo hacía porque deseaba capturarla, la verdad era que, aún cuando lo intentase mi cabeza no pensaba exactamente bien del todo cuando estaba delante de su presencia, quizás era por el aroma de su sangre, quizás si lo era y eso resultaba ser lo que me atontaba en resumidas cuentas, más aún así se me hacía hilarante y crudo el hecho de poner manejarme a mí mismo correctamente, era… como si realmente tuviera la edad que representaba y no más.

Mi vista pasee por mi cama de nuevo no lo pude evitar, rodee los ojos, cuando no la vi ahí supuse donde estaría, quizás la curiosidad se la había comido y por eso había vuelto, mis pasos se volvieron apresurados ¿Extasiado? ¿Interesado? Sí…sí lo estaba, era como un juego, era… adrenalinico, incluso para mí, la puerta del lavabo estaba abierta, bien más que olfato era intuición y no iba más que con la intención de devolverle la mano “Otra vez” porque aquello no era la primera vez que jugábamos al tira y afloja, parecía casi un deporte, no tan seguro a mi parecer; lo que me encontré no fue precisamente lo estaba preparado en mi cabeza y mi discurso moral-ético se había retirado sin ninguna dignidad al mismo tiempo.

Parpadee, peluca de un color ahumado rojizo ceniza, con el uniforme de la clase de la luna, como sí realmente fuese un chico, juzgue al chico que me hizo la broma y no a la niña que se supone tenía que ver en ese momento, pero era casi indistinguible, quizás era su papel, pero no lo entendía ¿Por qué demonios estaba tirada en el suelo? Cerré los ojos y abrí la boca incauto, pero luego solté un resoplido para que se diera cuenta de mi presencia en ese lugar, realmente… realmente ¡¿Qué diablos pretendía?!, debería ya haberle soltado una gran bola de improperios en la cara, la cara de ese día, la que me tocaba enfrentar, porque por más que fuese un buen disfraz sabía que era ella, y eso a una parte de mi le desagradaba ¿Por qué no podía creerle el cuento y fingir que era otro?

-Tú maldita mocosa… -Susurre entre dientes abriendo los ojos de nuevo, estaba de cuclillas, lo había hecho por inercia, y para cuando quise darme cuenta no pude seguir con mi parámetro pre-establecido de cosas, me quede pegado a la idea de mirar su rostro.

Noté el rastro de lagrimas contra sus mejillas, contra el borde de sus ojos y no supe bien como actuar, mi gesto siguió endurecido al punto de no intentar expresar nada, clave mis ojos en su rostro, ¿Y ahora.. qué…? Estaba confuso esta vez, sentí una leve presión de culpa contra mi pecho, quizás solo por la idea de que sí se encontraba ahí ya era mi culpa, mas, intentando ser franco no sabía qué demonios pasaba, ni con ella, ni conmigo, aún cuando fuese a llorar como una cría de dos años la hubiese torturado por la bromita pasada, más cuando quise hacerlo las palabras se juntaron en mi boca y se devolvieron explotando contra mi pecho.

Uno de mis dedos inconscientemente rozo su rostro con cuidado, durante unos segundos siguiendo el surco desde su pómulo hasta su mentón con la idea de hacer una línea curva, realmente no sabía que estaba haciendo, ni siquiera mi cerebro estaba procesando eso con la rapidez que estaba sucediendo, estaba siendo un estúpido impulsivo, mas el tacto me quemaba, era como el verano, era como todas aquellas cosas que detestaba, lo infantil, lo ruidoso, lo extraño, lo hiperactivo y dinámico, tanto que podía volverte loco, más me agrado solo el segundo que lo hice, e incluso desde aquella posición parecía solo que había sido una ilusión de mi parte, como si no lo hubiera hecho realmente, como si realmente no la hubiese tocado antes y esa fuera la primera vez que lo hacía, incluso si lucia como lucia en esos momentos, una parte de mi cabeza me estaba diciendo, constantemente, que era una chica, una chica con un millón de capaz alrededor, con una carcasa de todas las formas y colores que pudiera encontrar, pero que era… una chica al final de cuentas, entrecerré los ojos y sostuve mis manos contra mis rodillas analizándola más tiempo, más algo como un flash, me obligo a desviarme.

Eleve la cabeza intentando no mirarla, cuando lo hizo me di cuenta de lo que tenía delante, mi rostro se compungió y sentí un leve calor en el mismo, la sangre se agolpo contra mis mejillas y mi cabeza con fuerza, diablos, diablos, diablos, diablos ¿No sé me ocurrió pensar qué estaba llorando de la risa? ¡Idiota! Y otra vez idiota, me puse de pie rápidamente y pase por su lado, con mi mano derecha pase los dedos sobre el espejo haciendo la pintura roja se deslizara rápidamente por lo húmedo del mismo, borrando los trazados en ella aún que aún se mantenían algunos, mire por los lados del reflejo que si se podían distinguir mi propio rostro, me sentí estúpido de estar ruborizado por algo así, trague aire con fuerza y con control suficiente para superar mis propios males intente recuperar mi expresión y la idea de que aquello parecía un circulo vicioso en mi habitación ¿Qué con eso? ¡Tanta gracia le había causado!

- –La apunte con el dedo índice con acusación mirándola desde arriba- Deja de burlarte de mí y largo de aquí –Fulguré con una clara amenaza, mi tono solo gélido pero no tanto como hubiese deseado, mi voz tenía un desdén, una pisca de decepción que había puesto mi rostro más aireado, estaba más molesto por otros motivos que por los correctos.

Y quizás ese era mi error, que no estaba enojado por lo que tenía que estarlo sino por la conclusión a la que había llegado, ¿Todo aquello para burlarse de mí? ¡Ok! Algún día se las devolvería con creses, de verdad lo haría, de verdad… había hecho que me sintiera mal, había hecho que… sacudí la cabeza levemente contra mis irreales pensamientos ¿Qué mierda estaba pensando? ¿Estaba perdiendo la cordura?, la calma, la calma, la calma, ¿Dónde diablos se había metido? Estaba tenso y con los dientes apretados, mas tome aire respirando de mi propia incongruencia.

-O mejor…

La mire despectivamente desde mi altura, y ladee la cabeza mientras le mantenía la idea a mi cerebro que podía entretenerme yo mismo de algo que no tenía por donde caminar y por donde parar tampoco, aquello me desagradaba estaba imperiosamente ofuscado, una parte de mi no sabía realmente porque era así, porque me había enfadado de verdad, pero la otra quería cobrársela.

-¿Quieres quedarte a jugar conmigo de verdad?... ¿Quieres jugar a mi manera?–Sonreí de medio lado cruzándome de brazos mientras esperaba alguna reacción de la lánguida figura que tenía ante mis ojos, los cuales sentía que se rasgaban aún más dejándolos como si fuesen felino, ¿Broma? Ya no lo sabía… realmente no lo sabía, sabía que estaba enfado, y aquella mujer tenía dos opciones, salir de ahí y que yo me las cobrase después o no salir y pagármelas a mi manera ahora.
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Mensaje por Juliette France Sáb Oct 27, 2012 8:57 pm

En un acto rápido que ni ella misma había notado que había sido ejecutado hasta una vez terminado, secó sus lágrimas restregándose el dorso de las dos únicas manos que poseía y aunque intento escapar, sus piernas, que momentos antes tenían la delicada consistencia de la gelatina, ahora poseían la inexistente estabilidad del agua. Se maldijo mil y un veces a sí misma, recriminándose el no haber huido cuando la situación lo ameritó y la oportunidad se le ofrecía casi como una prostituta gratuita. En menos de lo que pudo imaginar, tenía a Kaien en la entrada del baño, mirándola atónito como la primera vez que la encontró vestido de hombre. Mas esta vez aquel sucedo no le ocasionó ningún tipo de placer, estaba asustada y me quedo corta al escribir esa palabra. Quiso argumentar algo, dar una excusa, o tal vez recurrir nuevamente a la Sabia Madre de las mentiras tan amiga de su imaginación, pero ambas, hasta su propio cerebro, le abandonó. Estaba sola, totalmente expuesta, desprotegida, no tenía a quién o qué recurrir. Ahora entendía a las pobrecillas ovejas frente al hacha del granjero o a los pobres toros ante las lanzas del torero.

Su resoplido fue como el trueno que anuncia la tormenta eléctrica. Por su mente no dejaban de pasar perjurios contra sí misma por haberse metido ella solita en aquella situación. El tiro de gracia fue el que ni si quiera se esforzara un poquitín en seguirle el juego, como siempre hacía, y hubiese ido al grano reclamándole. Bueno, no le culpaba, quizá era lo más lógico; él estaba furioso, molesto, pero, ¿qué podía hacer que no estuviese en contra de las reglas de la Academia? Lo peor era que ni si quiera temía por su vida, por su integridad física; ridícula y cursimente temía por su corazón. Bien había demostrado en la iglesia que él podía llegar a ser fulminantemente honesto y que parecía conocer más de ella, sin si quiera saberlo; o al menos era lo suficientemente capaz de detectar sus puntos débiles, cosa que ella, por el contrario, no podría hacer.
A pesar de la angustia, el creciente dolor y el miedo, en ningún momento apartó los ojos de él. Su rostro endurecido, tan cerca, era una invitación a desahogar el dolor de su corazón y berrear en su cara, mandar a la mierda al orgullo y hacerle ver a la chica que había debajo del disfraz, la que estaba enamorada de él.

“El casi gélido tacto de su piel contra mi rostro, lleno de una sensación suave y agridulce la atmosfera de la que me negaba a salir, aquella llena de incertidumbre y pavor. Anhelaba con todas mis fuerzas que me extendiera su mano y acariciase de lleno mi mejilla llena del rastro del cómo me dañaban mis sentimientos por él. Daría mi orgullo, mi felicidad, lo que me quedase de vida y la sangre que corre por mis venas si él me dirigiera una palabra dulce, que me acunara en sus brazos y ahí mi vida podría acabar.
Deseaba decir algo, quizá… sólo quizá, disculparme. Decirle que era una tonta, una cría, que como decía, no era más que una mocosa que no se sabía expresar. Por primera vez en mucho tiempo, intentaría ser yo misma, algo que con el paso del tiempo, las muchas mentiras y el miedo, había creído perdido en mis recuerdos y que jamás podría volver a recuperar. Pero mi cuerpo no obedeció, así como me fue imposible darme a la fuga, hacerme la occisa o pensar en algún tipo de salida; aunque abrí mi boca e intenté pronunciar alguna palabra, mis cuerdas vocales estaban congeladas, y él, ni si quiera me miraba”
.

Pensando en esto, ladeó su rostro un poco, acercándose un poco hacia donde él estaba, siguiendo disimuladamente el rumbo de aquel dedo de hielo. No se atrevió a seguirle sosteniendo la mirada, la bajó al suelo que pisaban sus pies que sostenían su enorme cuerpo al estar en cuclillas; no podía atreverse a mirarlo pensando en cosas tan vergonzosas. El movimiento raudo de la cabeza del ajeno, que le quitaba la mirada del color del mar en invierno, le dio el valor para volver a buscar su rostro, el cual le fue inmediatamente arrancado y ascendido, hasta que el moreno estuvo nuevamente de pie. Confundida y temiendo nuevamente por su vida, las piernas despertaron mínimamente de su largo letargo y pudo apenas ponerse de rodillas, y quedando en esta posición, estuvo inmediata y completamente dispuesta a ofrecer una disculpa apenas él terminase su largo sermón.

Su dedo acusador pareció extenderse y endurecer hasta convertirse en una larga lanza que le hirió al acto, como reflejo se protegió con ambos brazos, doblándolos sobre su pecho hasta subir sus manos hasta su cuello. Aunque giró el rostro sus ojos le seguían mirando, sin perderse un solo momento de la cólera que tanto merecía. No se atrevió a decir nada a pesar de que nuevamente su boca trató de gesticular alguna palabra, ¿qué decir?, ¿dejar de burlarse?, ¿quién lo decía?, ¿el que había escrito semejante mensaje?, ¿el que se mofaba de sus sentimientos haciendo florecer una falsa esperanza?
Bajó sus manos hasta sus costados, bajó también el rostro y miró abajo. ¿Acaso él creía que todo eso era una simple broma, que lo único que buscaba era la sátira de su persona? Qué terriblemente equivocado.

Y que situación tan terriblemente afortunada.

–¿Ya eres feliz, Juliette?– al momento se desconectó de la escena que se desarrollaba en aquella dimensión, se dio una escapada hacia adentro, visitó aquel lugar que tanto tiempo alucinaba con algún día regresar. Sí, estaba dentro suyo, haciendo una reflexión introspectiva. Aquel sitio era como un cuarto oscuro, lleno de polvo y cosas con las cuáles tropezar. Hacía mucho frío ahí. Sin saber cómo, tan sólo de pronto, se encontraba sentada y amordazada en una silla. Sus ojos estaban vendados pero no lo suficientemente bien para evitar que pudiese notar que había una débil luz que le bañaba desde la coronilla. La imponente voz, tan parecida a la de ella, mas llena de algún tipo de seriedad, cinismo y ¿lujuria? Le susurró aquellas palabras al oído, y a la vez tan lejana que hacía eco en aquel lugar tan lleno de soledad y abultamiento. –¿Feliz…?– susurró otra voz también tan parecida a la anterior y a la de ella; pero ésta era más sutil, penetrante, perezosa pero igual de lasciviosa. –¿De verdad crees que ella sabe qué es ser feliz?– una risilla insoportable producto de aquella voz le lastimó los oídos. –Déjenla– dijo con firmeza una tercera voz. Redundante es repetir que definitivamente era derivada de la voz original de Juliette, pero no está demás mencionarlo para no crear confusión. Ésta era, como se dijo, firme, áspera, casi masculina y como llena de sabiduría. Juliette pensó que aquella sería su salvadora, quizá sería la voz de la razón. Ella siempre había confiado en que la lógica y el método científico le salvarían de cualquier situación. Sonrió, las otras dos saldrían huyendo ante la verdad. –¿No ven que…– soltó un “ja” mordaz, llena de ego. –ella lo tiene todo bajo control?– el trío de arpías rio como brujas lo hacen en las más espantosas pesadillas.
Completamente sola y abandonada, lloró amargamente. La luz se apagaba lentamente y sus risas no paraban de producir más y más ecos. –Dinos, J-u-l-i-e-t-t-e– empezó todavía una cuarta voz, una que tenía un tono tan amable y profundo que erizaba la piel, y que en vez de producir confianza como pretendía hacer, producía el más horrible espanto. Remarcando la pronunciación de su nombre, cada letra fue como una daga atravesando un punto aleatorio de su carne. –¿No eres feliz? Él se sabe engañado y fue herido con otra de tus mentiras. ¿No era eso lo que querías? Ser la matriz de su sufrir– sintió su gélido aliento en el oído moviendo alguno de los mechones del que, sabía por alguna razón, que era su cabello natural. Su aliento era despreciable tanto como su voz, sus palabras. –Jamás he querido herirlo, no de esta forma– se preguntaba cómo era que su voz no sonaba tan quebrantada como pensó que lo estaría, era apenas un pequeño hilo blanco y delicado, pero no quebrantado. Era la primera vez que se atrevía a articular una palabra desde que llegó a aquel fúnebre lugar. –¿Estás segura? Las anteriores veces parecías…– respondió la primer voz, la su orgullo. –¡Disfrutarlo!– chilló seguida de una risa igual de insoportable que la primera, mas acentuada por la cantidad de decibeles agregados esta vez; ella era aquella locura aniñada y llena de malicia. –Es inútil negarlo. Tu mente es nuestro reino y sabemos exactamente lo que pasa por aquí– añadió la razón trastornada que ella había construido a base de mentiras. –No importa lo que digan, yo… jamás desearé algo malo para él– sus dientes crujían mientras trataba de librarse de una buena vez de la mordaza que no le permitía hablar bien.
La cuarta, su hipocresía, la mayor, enorme, colosal y más inteligente de todas, se encargó de quitarle la mordaza y tomar su rostro entre sus manos calientes como fierros puestos al fuego, queriendo imitar el gesto de Kaien en la iglesia. –Lastímalo… lastímalo… por favor– rogó exhalando lentamente, como si estuviera en medio de la más grande excitación. –Nos harás muy felices…– seguía jadeando de tal forma que Juliette sentía como se le revolvía el estómago mientras trataba de librarse de sus manos, pero al no ver nada y estar amarrada, sus esfuerzos fueron en vano. –Él no es para ti... ¿sabes?– empezaba a recobrar su ritmo respiratorio pero seguía exhalando demás, dándole un toque de seductor ruego a sus palabras –Él jamás se fijaría en ti y… si lo hiciera, nosotras nos encargaríamos de arruinarlo, justo como ahora– coronó la mierda que le acababa de tirar en cara con la cereza de una cáustica risa. Juliette empezó a llorar con más y más rabia, sentía las infames caricias por su cuerpo del agasajo que el trío se daba con ella.

El cuerpo de Juliette se había mantenido inerte en los pocos segundos –que para ella fueron como cien lustros– de tortura mental. Tardía respuesta semejante propuesta indecorosa pudo haberse interpretado de cualquier forma, pero la manera en que ella lo miró al alzar la carita y mirarle a los ojos, no pudo interpretarse de otro modo que interpretando la profunda agonía que acongojaba todo su ser. Ni el mismísimo diablo habría podido ignorar tal muestra de súplica por un poco de piedad. Ella tragó saliva con dificultad y ni si quiera intentó gesticular palabra alguna sabía lo inútil que era y no tenía la suficiente fuerza.
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Mensaje por Kaien Frenthig Sáb Oct 27, 2012 11:36 pm

No estaba muy claro, quizás mi broma no había hecho el efecto que deseaba, quizás solamente la había confundido y en realidad no tenía la intención de responderme ante una estúpida misiva que le había lanzado, cuando lo analice unos segundos después me di cuenta de lo ridículo y sinsentido que tenía la apelativa, yo no era así, de verdad podía jurarlo, no tenía intención de parecer algo que no era pero, definitivamente mi cerebro no funcionaba bien delante de ella, quizás era porque no era del modo en que yo enfrentaba las cosas, no sabía cómo enfrentar esas situaciones tan anormales, ¿Era culpa mía o de ella entonces? Lo más probable es que fuera de ambos, y sí era así no se podía hacer nada, nada porque no sabía cómo ni nada porque no sabía porque, no sabía el motivo, la verdadera razón de que perdiera la cordura delante de ella, de la calculada mirada y gesto que quería pintar en mi rostro y que al final de cuentas no servía de nada porque lograba sacarme de lugar sea como sea.

Lo único que realmente podía notar entre mi propia confusión con todo aquello, era que quizás, a pesar de no estar muy acorde a la situación ella se había metido en su propia mente como si fuese absorbida, atrapada por sí misma y encerrada en su figura, no era solo una idea mía pues era como si pudiera reconocer esa posee, esa tensión, ese dilema que podía hacer latir tu corazón tan fuerte como si fueses a morir lo que me había llevado a la conclusión esa, no tenía muy claro si debía decirle algo, mas su pose baja, como si todo su cuerpo se hubiera puesto de acuerdo para dar una vista lamentable y satírica de su propia calidad mental.

-“¿Por qué otra vez… te… estoy teniendo lastima?” –Pensé entrecerrando los ojos sin decir nada, sin emitir ningún sonido y sin realmente moverme, como si hubiese disfrutado su silenció por primera vez desde que la conocía, no tenía ninguna lógica, no debía estar pensando esas cosas.

Maldita, maldita, maldita, debía estar molesto, debía estarlo, ese era el in principal de todo aquello, no solo por eso, no solo por lo que había hecho, por la idea de que se burlase de mí, sino porque cuando me vio acusarla con mi dedo parecía asustada, casi como si realmente fuese a hacerle algo, como si fuera a atacarla y destrozarle las venas del cuello como una película de terror, no estaba seguro, ¿Era culpa mía? ¿Era culpa mía de verdad? ¡No lo entendía! Mi cerebro había dado vueltas, muchas, muchas vueltas, era como si te golpearan en el centro del abdomen, como si intentaran romperte algo dentro de ti y no supieras como frenarlo, como detenerlo, como… defenderte, pero… ¿Qué demonios era lo que realmente me estaba rompiendo? ¿Me estaba rompiendo yo mismo algo?

Sí, era yo el que me estaba auto flagelando…

Estaba rompiendo yo mismo mi orgullo, ¿Por qué… por qué esa maldita niña destrozaba lo que yo era? Realmente esa la parte de mi que la odiaba, no era la que le molestaba su actitud, su idea de ser infantil, sarcástica, burlona, tonta, sinsentido, ¡No era eso! ¡Era que yo él que estaba perdiendo la cabeza!, apreté los puños contra mi pecho, aún cruzados contra este, mire hacia el lado, como si desease encontrar mi respuesta en algún azulejo del baño, pero sabía perfectamente bien que no iba a encontrarlo, que por más que desease, una parte de mi mente había comprendido que… me había rendido, me había rendido y me parecía ridículo, me parecía vergonzoso, ideológicamente… absurdo, ¿Por qué? ¿Por qué? Quería … matarla, una parte de mi quiso matarla, porque yo quería seguir siendo simplemente yo, no quería pensar de más no quería que mi pulso fuese un tema en mi mente, no quería nada, de verdad… no… quería nada; mordí mi labio inferior sin dejar de desviar la mirada, me sentía incomodo, conmigo mismo, con ella, con el ambiente, con todo, deseaba… descansar conmigo mismo, de las idioteces que estaba pensando, cerré los ojos intentando calmarme, solamente le pediría que se largara y punto.

-“Vete, vete, vete” –Pensé, mas de mi boca no salió nada, me rendí a mi propia hipocresía y mire hacia el frente de nuevo, como si de verdad en ese momento podría encontrar una respuesta a mi pregunta.

Mas con lo que me encontré cuando la pude mirar con todos mis sentidos de nuevo fue la clara idea de que realmente no podía decirle lo que realmente deseaba decirle (¿Realmente lo deseaba?), mi rostro se compungió y instintivamente me incline levemente hacía atrás, como por el instinto que te encuentras delante de algo que no esperabas, de una mirada lánguidamente tortuosa y llena de emociones, no sabía si lo que me empujo hacia atrás había sido ella misma o lo que querían trasmitir sus orbes, mis ojos se entrecerraron inquietos, y tuve que apretar mis manos contra sí mismas para no hacer algo tonto ¿Qué era esa expresión lastimera? ¿Qué querían decirme esos ojos que casi parecían suplicar compasión? ¿Lastima? ¿Dolor?, mi boca se seco y realmente quede en blanco por unos segundos ante ella, como si fuese yo el que había perdido cualquier pisca de conciencia de la situación.

- -Baje los ojos sin saber qué hacer, como si mi cuerpo quisiera hacer algo pero mi mente se hubiese bloqueado de una forma horrorosa, era extraño como si se moviese algo dentro de tu cuerpo pero al mismo tiempo no, como si te quedases estático, irónicamente estático cuando no debías hacerlo.

Desate las manos de mi pecho y subí la izquierda hasta mi oído, inquietamente toquetee los aretes que estaban incrustados en este, rose el borde de los pendientes con fuerza, como si desease que me succionaran en ese mismo momentos, no sabía si lo que sentía era incomodidad o estaba asustado de lo que quería hacer, como si realmente quisiera hacer algo y no pudiera por mi personalidad, todo lo que era supuestamente se me hacia difuso, como si fuese un verdadero espejismo, apreté la punta del arete contra la yema de mi dedo, luego solté un fuerte suspiro, como si me hubiese pinchado una aguja de humildad o lo que fuese pero más que eso, era la idea de no soportar llevarle la contraría demasiado tiempo, de no ser yo mismo demasiado tiempo, me sentía como un reverendo idiota todos los segundos que la tenía delante ¿Qué tenía… qué debía hacer?

La respuesta no estaba en ninguna parte, para cuando solté mi manía desde mis dedos y me puse de cuclillas otra vez, como si fuese una especie de ejercicio a esas alturas del día, ¿Podría decirme que hacer? ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué esperabas de mí? ¿Qué… tenías que decirme ahora? ¿Cómo tenía que llamarte? ¿Cómo querías que te consolara? ¿Qué es lo que estabas pensando? ¿Qué… me habías hecho solo en un segundo?

Baje la mirada al suelo, tal como lo había hecho ella hace un rato atrás, mire la punta mis pies, porque no sabía de que servía mirarla realmente a ella, lo único que podía recordar era la forma de su rostro, las curvas de su cuerpo, de su cuello, el sonido del latido de su corazón, su aroma, pero no tenía ni la más mínima idea de quién era ella, de cómo era, de qué color eran sus ojos, o su cabello, cuál era su verdadera personalidad, me sentía como un gato acorralado contra una pared, cuando no tenía que ser así, ella tenía que ser el victimario y yo la víctima y como siempre todo se había dado vueltas, me sentía culpable y no sabía realmente porque, no tenía una salida porque no quería creármela, una parte de mi daba giros en círculos tratando de estrellarse contra algo que lo detuviera, pero no había nada, era una habitación vacía en mi propia cabeza, apreté los labios contra sí mismos intentando buscarme en el interior del inmenso desván de pensamientos que rondaban actualmente en mí, de ver que tenía que hacer.

¿Por qué tenía esos ojos de querer algo que no sabía cómo dárselo? Centre mis vista en la persona del día tratando de descifrar que es lo que realmente le sucedía, ¿Por qué bajaba a su altura como si realmente importase lo que le digiera?, me sentía agobiado por la idea de que al día siguiente me la encontrara siendo otra, una imagen desconocida y conocida a la vez; pero mis instintos había podido más que eso y había terminado ahí con la patética situación que estaba adentrada en ese lugar, solté mis labios de su fuerte presión y levante mis manos, no estaba seguro de eso, no lo estaba, una parte de mi cuerpo comenzó a temblar, como si realmente fuese por completo pero al mismo tiempo solo era una ilusión, sentía las manos levemente inquietas hasta que las acople contra el borde de su rostro, mis manos eran bastante grandes, cubrieron gran parte de su cara, y a comparación de lo mío así como había hecho antes con mi dedo, su piel era mucho más cálida, la mía parecía como la de un muerto, cosa que realmente no era ilógica, mire con detención sus ojos, y aferre mis manos a su piel, de verdad estaba nervioso, tanto que interiormente tenía demasiados conflictos al mismo tiempo para analizar lo que hacía o no hacía.

-¿Qué debo decirle a la persona que me juega bromas hoy? –Pregunte con voz trémula, intentando no sonar ridículo pero mi tono había adquirido un tinte demasiado suave y casi lastimero como para lograrlo, desvié por unos segundos los ojos a mi costado para luego volver a mirarla, como si buscase realmente palabras en algún lugar- ¿Cómo deseas que te trate para que dejes de mirarme con… esos ojos? –Entrecerré los míos sin saber exactamente que estaba diciendo en esos momentos, como si hubiese perdido la razón de mi mismo- ¿Serviría de algo o la persona que serás mañana olvidara lo que te dije?

Tenía cientos de dudas más, ¿Cuál es tú nombre? ¿De dónde vienes? ¿Qué edad tienes realmente? ¿Por qué juegas a disfrázate y a tomar papel de lo que creas?, porque no lo sabía, porque si lo analizaba le estaba hablando a una completa desconocida, ni siquiera sabía cómo se llamaba, ni quién era, ni de dónde venía ni para donde iba, era como un extraño, pero aún así no podía catalogarla de esa forma por mucho que lo desease, era ilógico, pero ya nada tenía eso desde hace bastante, era como si me hubieran golpeando demasiado fuerte en la cabeza; deslice mis dedos con cuidado por el borde de su rostro, como una leve caricia, mis movimientos eran algo torpes, y simplemente terminaba repitiendo un desliz de arriba abajo entre su mentón y sus mejillas, ¿Por qué alguien como yo… trataba de consolar a una desconocida que había arruinado su cuarto? Ciertamente… ese día no podía ser más paradójico y aún así no pude quitar mis ojos de los suyos lo suficiente como para parar lo absurdo de todo aquello.
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Mensaje por Juliette France Dom Oct 28, 2012 11:23 pm

–Uno no sabe– susurró con suavidad, con la misma voz con la que había antes hablado con el conserje, aunque claramente menos imponente.

Ella no había querido mirarlo así. De haber podido ella controlar sus acciones, su semblante y lo que reflejaba, simplemente hubiese huido sin explicar nada. El desvío de su mirada dejó claro que él no serviría de nada, que no quería ni podía ayudarla. Nada por lo cual extrañarse, todos eran así, por eso había decidido aislarse y evitarse penas olvidando a todos y convirtiéndose en otra persona.

El dolor despertaba poco a poco las desobedientes extremidades que tenía por piernas, siempre le fallaban y comenzaba a odiar que fuesen el sitio más débil de toda su humanidad. A punto ya de levantarse lo suficiente para quedar de cuclillas, al alzar la mirada y posarla frente a ella, el hecho que él hubiese doblado sus rodillas para estar nuevamente a su altura, volvió a tirarla bruscamente en la confusión. Quizá era lento de reacción, pero, ¿qué seguía?
Desistió de levantarse y quedó mirándole, enternecida por las lentas y algo torpes acciones. Y aunque realmente ella en ningún momento había querido darle la vuelta y ser la víctima pues, lo pasado en su interior, deseaba con todas sus fuerzas que nunca hubiese pasado; ahora él era el que daba vuelta al asunto y le invadían unas tremendas ganas de abrazarlo y consolarlo. De decirle “Lo siento, perdóname por confundirte tanto, es sólo que...” para contestar su primer pregunta, pero las palabras con las que prosiguió expresándose, fueron dos enormes dagas al corazón. Ahora lo que deseaba era poder quitarse la peluca de un tirón, tan dramáticamente como en las películas lo hacían, y que las lentillas se le cayeran.

Pero no era tan fácil como pensarlo.

En primer lugar, porque para el adecuado y perfecto mantenimiento de la peluca, a la labor de retiración se le tenía que dedicar cierto tiempo, dedicación y paciencia. Por otra parte, arrancar sin piedad y sin ningún cuidado la peineta de la peluca del gorro de nylon era algo doloroso.
Las lentillas desde el principio habían sido difíciles de quitar y ni se diga de poner. Si se le caían de la nada, las perdería para siempre e implicaría un gasto extra a los incontables que le había hecho ya pagar.

Lo segundo era lo más duro de admitir. Aunque el momento, algunos de sus sentimientos y el flujo del romanticismo, le suplicaran y pidieran a gritos que fuese ella misma, que se dejase de tonterías e hiciese aquel acto de sacrificio para empezar a redimirse un poco por todas las que le había hecho, su naturaleza y la consciencia del pequeño lapso de tiempo que tenía conociéndole, le impedían tajantemente el hacer tal exposición de su vulnerabilidad. Él seguía siendo, a pesar de su inmortalidad, alguien que al día siguiente podía, simplemente, ya no estar. Y aunque sus intenciones pareciesen buenas, ¿no había ella fingido lo suficientemente bien el deseo único de su dolor? En su mundo creado a base de mentiras, lo más lógico sería encontrar otro mentiroso más. ¿Y quién dice que no le podían superar? ¡Ah! Que de todos modos si él mentía, ¿qué más daba? Sería el perfecto príncipe de mentiras.

Con una sonrisa apenas esbozada en su rostro, cerró apaciblemente los ojos y acariciando suavemente sus manos con las propias, susurró aquella negativa del conocimiento de cualquier clase de respuesta, en tercera persona; era la forma más fácil de ser honesta. Sinceramente, pocas veces en su vida deseó que la vida fuese más lento, a pesar de saber que su vida era relativamente corta en comparación a los cientos de siglos que podían llegar a vivir los seres nocturnos, aquel miedo de algunas personas de que el tiempo corriese más rápido de lo esperado y que la tan amada y mal valorada juventud se fuese marchitando, era totalmente ajeno y desconocido para ella; pocas veces era que encontraba algún sentido a la existencia, y la mayoría de las veces éste dependía solamente de pequeñas e inmediatas metas a corto plazo. Pero en aquel momento, en aquel lugar, hubiese querido aferrarse del minuto en que puso gozar plenamente del contacto frío y placentero del hielo contra su piel.

Ahogó más de un millón de suspiros y sonrisas. Mantenía una fina y brevemente curveada línea entre sus labios. “Uno no sabe”. ¿Quién era el “uno”?, ¿ella o su disfraz? A estas alturas, ni si quiera podía reconocer a su propia creación; aquel peli rojo que interpretaba no tenía nombre, personalidad o voz por modular. Era no más que una carpa que cubría el circo interno donde el mago sugería mil escapatorias, el payaso algunas bromas para librarse y el malabarista, caminar por la cuerda floja de una media verdad, no sin la protección de una red de mentiras por debajo por si llegase a perder el equilibrio tan apreciado.

–Uno no sabe, si mañana será otro– seguía con los ojos entrecerrados, no sería capaz de decir todo aquello mirándole a los ojos, o perdiendo la mirada en un punto muerto, le quitaría la seriedad y profundidad al asunto, ella quería dejarle bien claro que por más confuso que fuese, estaba abriéndole una parte de ella, la más verdadera que le había mostrado hasta ahora. –Mañana… mañana puede venir el demonio de París y devastarlo todo– sonrío nostálgica, oh, París. El monstruo nació allí, el día del entierro de Amélie. Había subido con ella al avión de vuelta a Japón, le había susurrado un sinfín de cuentos e historias, mentiras, engaños e ideas para formar su nueva vida a base de mentiras. Sí, el Demonio de París era un cuarteto de chicas.

–¿Usted se enfrentaría al Demonio de París, señor?– abrió los ojos lentamente mientras pronunciaba las sílabas de la palabra “señor”. Le miró seria, ahora siendo ella la que llevaba sus manos a la cara de él, zafándose cortésmente de las suyas. Acercó también su rostro, sus ojos miraban intermitentemente los orbes de él y a su par de labios. Cuando sus manos tocaron su rostro, su sonrisa fue creciendo poco a poco. No se conformó con varar sus dos serpientes en el desierto de su fisonomía, continuó recorriéndole, pasando levemente por sus orejas, recorriendo sus negros cabellos, terminando en su nuca y entrelazando ahí sus dedos. Acentuando aún más su sonrisa, y teniendo ya los labios a milímetros de su mejilla, aspiró lenta y profundamente su olor, embriagándose lo suficiente para adquirir valor y, por fin, atreverse a besar su mejilla.
Cínicamente, usó sus hombros para impulsarse y ponerse de pie. Pasó a su lado y, deteniéndose en el marco de la puerta, agregó la muy funesta: –Te acabo de meter en una escena yaoi– ese era su regalo de… ¿navidad? Aquella voz era algo ronca, poco melódica pero agradable, con tintes de energía y suspicacia. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, usó su voz original. Sonrío divertida y aniñada por última cuenta, sacando la lengua por la comisura derecha y embarrando su párpado inferior izquierdo para hacer más cínica su broma.

& entonces sí, ahora sí, huyó por la misma ventana por la que pudo entrar.
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Mensaje por Kaien Frenthig Jue Nov 01, 2012 12:21 am

Estaba confuso desde las palabras que se había dignado a decir hasta su rostro y su respiración, en cualquier otra situación hubiera usado más el cerebro para tratar de expresarme a mí mismo la sarta de conclusiones que se pueden obtener de aquella simple frase pero mi sangre estaba congelada, aún cuando yo me había tomado el atrevimiento de llegar y poner mis manos sobre ella como sí fuese una niña pequeña, alguien a quién conocía hace mucho tiempo, cuando, obviamente, no era ni remotamente así, no me esperaba de todas maneras que ella terminara poniendo las suyas sobre las mías, me sentí tenso, lo del contacto a la viceversa no funcionaba demasiado bien para mí.

Y aún cuando hubiera abierto la boca para pedir una explicación de esta no abría salido nada, estaba segura, una parte de mí se conocía demasiado bien como para saber que hubiese terminado haciendo el ridículo, como los peces fuera del agua que mueven la boca y de ella no sale nada, porque no existía verdaderamente un sonido que se expresara, y lo más probables es que yo tampoco lo tuviera, ¿Explicaciones? Yo quería cientos de explicaciones, no solo aquella por lo que las palabras que hubiese tratado de emitir hubiesen sido demasiado limitadas y sinsentido en ese momento, no quería saber una o dos cosas, quería saber más y más como cuando encuentras un libro interesante, de aquella trama que te deja con la incertidumbre y no puedes apartar tus ojos durante horas solo para saber la verdad de los hechos, de los personajes, de las circunstancias, y aquello era exactamente lo que me sucedía, pero por mucho que tuviera los ojos fijos en esa “lectura”, por muchas páginas que pasara, por mucho análisis que le diera, no llegaba a la hoja donde podía deducir las respuestas y me estaba volviendo loco.

Cuando se digno a seguir hablando ante mi cara de total desconcierto, seguía sin entender nada, ¿En que idioma me estaba hablando? ¿Por qué yo… sabiendo tantos idiomas no podía entenderla? ¿Era una broma?, quizás sí, lo parecía, quería decir… entendía las palabras, la frase, la idea, pero para mí no tenía ninguna lógica y era como si estuviera escuchando algo que realmente era incoherente, no conocía el significado detrás de aquello, pero me daba más que cualquier otra cosa, la idea de sofoco, yo me sentía sofocado por su culpa, pero ella parecía estarlo por algo más, no sabía qué, pero incluso en sus ojos podía notar el rasgo hiriente de estar confusa consigo misma, mas no sabía que debía hacer, que decir, realmente no lo sabía, ni como, ni cuando, ni donde, ni siquiera el porqué, eso era lo que más resentía en mi interior, que no tenía ni la más mínima idea del por qué deseaba ayudarla, deseaba saber más de ella; definitivamente, entre todas las cosas que podían ocurrirme no podía hallarle lógica a esa.

-“¿Demonio de Paris? ¿De qué está hablando esta niña?” –Ese era uno de los temas que menos entendía, quizás por lo mismo estaba más que perdido en su voz y en su idealismo que parecía, para ella, muy serio y lógico, para mí, indescifrable.

Aún sin entender, sin saber a quién o qué se refería, si mi boca hubiese tenido más vida y me hubiera dejado llevar le hubiese respondido “Sí, lo haría”, aún sin tener idea de a que me enfrentaría, lo hubiera dicho, más mi orgullo cerro mi boca antes de decir algo que tal vez no correspondía ni tenía porque decir a aquella niña que intentaba confundirme de todos los medios posibles, de verdad estaba a un borde completamente inentendible, quizás me había vuelto lento, había estado omitiendo puntos importantes que me hubieran servido para resolver aquel rompecabezas y me hubieran ayudado a no estar tan confuso como lo estaba ahora, sabía, dentro de mí, que algo se me había escapado entre las cosas que me decía, algo importante, algo que tendría que forzarme a recordar o más bien a descifrar por mi propio bien mental a futuro.

Mi rostro instintivamente se hubiera refugiado en la idea de moverse hacia atrás, lo intente pero mi cerebro no se concreto lo suficientemente rápido a mis músculos como para hacerlo, aún cuando era yo el que estaba helado, un escalofrió recorrió mi columna vertebral, sentía que hasta mi propio cabello tenía sensibilidad y la sangre corrió furiosa por mis venas, al demonio ¿Qué… estaba haciendo esa niña? No iba a negarlo esa sensación era agradable, , aún cuando intentase negarlo era así, tanto que hasta mis manos se había aflojado y era esta vez yo, de nuevo, quien estaba siendo dominado en la situación y aparentaba casi, ser patético, o la gran parte de mi cabeza me estaba diciendo que eso parecía en esos momentos, le daba la razón, quizás lo era; podía escuchar el latido de su corazón, y su respiración que se apegaba tan cerca de mi rostro donde podía hasta encontrar el ritmo adecuado de sus pulsaciones, cuando sus labios rosaron mi mejilla me sentí prácticamente como un perdedor en el juego que estaba jugando.

No estaba seguro pero, perder esa vez, me había parecido excelente, mas mis emociones se toparon con sus palabras y para cuando quise darme cuenta no tuve más que darle la razón al termino que usaban los japoneses para aquellas situaciones, no podía entenderlo, y sinceramente me sentí avergonzado, pero su tono había cambiado y así como antes no pude enfadarme lo suficiente para reaccionar con rapidez y acusarla de seguir interrumpiendo mi rutina, mi paz, mi vida y mi “supuesto” orden, porque a la distancia casi me daba gracia a mi mismo estar cayendo bajo ante una chica que se disfrazaba de hombre y se escabullía en cualquier lugar posible como un gato en busca de comida y un lugar donde dormir.

Para cuando tuve la respuesta fulgurante de aireada, contenida, refulga, ira, que realmente no tenía pero quería expresar otra vez se estaba escapando y la vi caminar, correr hacía la ventana, quizás por la misma que antes había entrado y salido para crear un caos en ese lugar, y huir, realmente lo estaba haciendo de nuevo, y para mi sorpresa mi cuerpo no hizo ni el más mínima ademan de ir a detenerla, me quede iracundo mirando el lugar por donde había salido, tal como si viera a un ladrón y lo dejase escapar por la sorpresa, y quizás, aquello era lo que me ocurría, aquella tonta mocosa me estaba robando la capacidad de razón y por eso seguía ahí de cuclillas en el baño, con mi habitación de cabeza y la mente en cualquier otro lugar menos donde debía estar.

-Tsk… -Bufe entrecerrando los ojos y luego cerrándolos por completos para soltar un fuerte suspiro que se perdió entre los azulejos del cuarto-

Me levante del piso y me encamine en dirección a la puerta del cuarto donde estaba el piano, no había nada más que hacer, no quería darme la vuelta ir a buscarla y reclamarle más cosas ¿Qué día era hoy?, en mi mente cruzo la estúpida idea de que quizás no faltaba demasiado para el tonto baile el cual ella estaba, al parecer, haciendo promoción, iría sí, aún cuando esas actividades no fueran mi fuerte, pero iría a ver qué persona era ese día, tal vez eso fuera entretenido; tome el pomo de la puerta y la abrí, al cerrarla contra mi espalda me apoye en ella y mire sin realmente hacerlo el piano del centro, ¿Qué había sido todo aquello? ¿A quién se refería ella? Eso era lo que más se me había clavado, tal vez porque una parte de mi se quedo con las palabras atragantadas en la garganta, aquella que no fue capaz de entenderla.

-Sí lo haría… -Susurre mirando hacia la ventana sin mucha intención de hacer algo, me quede unos segundos más ahí hasta que me deshice de la idea grafica de leer un método para comprender a la chica, camine lentamente hasta el piano y me senté delante de él, por lo menos ese día, ya no tenía nada más que hacer que esperar.
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