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Mensaje por Ib S. Vilison Jue Ene 17, 2013 2:01 pm



Ib S. Vilison
“Quien tiene algo por que vivir, es capaz de soportar cualquier como.”

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Ib Suhair Vilison\Curso: 2do Secundaria Alta\Edad: 18 \Raza: Vampiro D\Clase: Élite \ O. Sexual: Heterosexual\

Descripción Física

Ib, en sí, no es un personaje que llame la atención por su físico. Más bien, todo lo contrario.

▪ Complexión: Para su edad, es de aspecto más bien ligero y delgado, que en comparación con otros personajes de su edad queda prácticamente raquítica. Sin embargo, tiene algo de fuerza, no como la de alguien que se pasara mucho tiempo en el gimnasio pero sí aceptable en brazos y piernas.

▪ Estatura y peso: Altura media de 1,59 y peso 49, 4 kilogramos.

▪ Cabello: Muy largo por detrás y corto por delante, bailan a su aire y otros caen suavemente sobre sus hombros. A pesar de que suele darle un par de pasadas por la mañana para evitar ir como un cavernícola, siempre hay ciertos cabellos que vagan por donde les place. El color natural de su cabello es un rubio platinado.

▪ Ojos: Quizás el rasgo más… femenino o llamativo de Ib. Su tonalidad es lo que más llama la atención, siendo de tres colores la gran mayoría índigo, por debajo de un color amarillo y por último con reflejos turquesa. La explicación es muy sencilla: No son pequeños, pero esto es suplido por su bonito aspecto. Sus pestañas son pronunciadas, y su párpado no es grueso.

▪ Cejas, nariz y boca: Sus cejas son finas, pese a que en su vida las ha depilado. Este rasgo genético lo adquirió de su padre, igualmente con ese grosor. Muy a menudo suelen encontrarse con las puntas más cercanas a los ojos hacia abajo, en una expresión algo hosca o severa. Su nariz es más bien graciosa, puesto que tiene un tamaño para nada protuberante y con la punta fina. En cuanto a sus labios, éstos son normales, del mismo color que el resto de su piel facial, con el inferior como es característico, de un tamaño ligeramente más grueso que el de arriba. Éste último, sin embargo, es más bien fino.

▪ Ropas: Si no debe llevar el uniforme, su vestimenta consiste en una camiseta de color blanco con encajes rosados. Sobre la misma, usa una chaqueta blanca con detalles rosados que le llega por encima de la cadera. En las piernas, una falda, medias un poco más arriba de la rodilla rosadas con encaje blanco y como zapatillas blancas.

Spoiler:

Descripción Psicológica


Ib es un personaje algo complicado de entender.

Para comenzar, ella se comporta como una vaga. O más bien, como un pasota. Nada le interesa, nada le saca de sus casillas, nada le hace sonreír ampliamente. Como si sus emociones estuviesen ralentizadas, llegaran a ella poco con retardo. Pacífica, suele decir las cosas a las claras, ya sean para ella misma (hablando sola) o hacia otras personas. Su sinceridad, unida a su aspecto tranquilo, a menudo resultan casi desquiciantes. Es de sangre fría, piensa antes de actuar. A veces, demasiado, perdiéndose la actuación y lamentándose levemente poco después.

Hablar con ella por primera vez es como hablar con una burbuja de agua: como estar a un lado de un espejo líquido y recibir respuestas con lentitud. Ib puede o no andarse con rodeos, pero siempre sin aparente prisa hasta que la situación lo requiere. Pero no es lento porque sea tonta, o poco locuaz porque no tenga temas de conversación. En realidad, es bastante más inteligente que el promedio, únicamente que sólo saca o demuestra sus habilidades si así lo desea. El resto del tiempo… se dedica a dejarse llevar por la marea, con una ilusoria media sonrisa que nunca es real.

Entenderle es imposible: parece tener un muro alrededor de la mente que le permite ver el mundo que le rodea, pero nadie puede entrar en ella. ¿Sus gustos? Da vagas respuestas, para quitarse a los curiosos de encima. No tiene interés por nada ni por nadie aparentemente; vive por y para la soledad, salvo que curiosamente detecte ‘algo’ en cierta persona y por ello decida dar algún dato más de ella misma. Una relación, del tipo que sea, para ella es únicamente un juego de tira y afloja cuyo resultado es comprobar quién da más datos de sí mismo. Y, generalmente, gana ella. Cuando se encuentra satisfecha, es cuando decide largarse con viento fresco, sin tener en cuenta a su interlocutor, sea del estatus social que sea o tenga la personalidad que tenga. Sin embargo, siempre hay alguna que otra persona que logre darle la vuelta a la baraja y al poner las cartas sobre la mesa se adivine como un rival interesante. Es sólo en ese punto cuando Ib empieza a implicarse, en un lento proceso que nadie puede imaginar. Concienzudamente, va interesándose en la conversación, y dependiendo de las habilidades o de esa característica ajena que le haya interesado, puede o no acabar considerando al otro o a la otra como un buen jugador. En casos realmente excepcionales, convirtiéndose en amistades.

Con las personas que no logran llegarle, o más bien, ni se acercan a lo que ella considera una compañía soportable, es seca, fría y desapasionada. No duda en herir a aquel que le moleste, a menudo usando palabras que únicamente deberían usarse en situaciones de extremo desagrado. Su mirada juega un papel importante, puesto que aunque no sea capaz de transmitir con ella sentimientos positivos, se convierte en una daga afilada si así debe hacerlo. Muy poca gente logra sacarle de sus casillas, ya que es complicado encontrar un campo donde ella sienta que tiene algo que realmente aprecia y puede perder. La ley primaria de un animal es siempre revolverse y atacar a su agresor, ¿no es cierto? Pues de esa forma reaccionará Ib cuando gente indeseable pose sus miras en algo que le interesa. Y si no es fácil enfadarle de verdad, menos es calmarle. Puede llegar a convertirse en una auténtica sádica, olvidándose de cualquier norma que pudiese existir antes o en el momento de su llegada. Sólo en esos instantes, la verdadera fuerza de Ib se dispara, y pese a que nunca sea (como se mencionó anteriormente) tan gigantesca como la de otros, sí es sumamente destructiva. Cuesta mucho sacarle de ese estado de enfado, lo mejor es dejarle en soledad y aguardar que se calme. No tiene ningún problema mental, únicamente es una persona que aguanta y aguanta hasta que una gota de agua acaba por rebosar del vaso.

Obviamente, como ‘buena chica’ en el terreno de la finalización de la pubertad, también tiene sus impulsos amorosos, pese a que éstos sean prácticamente nulos. Ella aparenta sentir atracción por alguien, llegando a ser el más falso de los falsos. No le desagrada coquetear, es consciente de que algo de belleza tiene, y pese a que no se cree un ente atractivo, no duda en utilizar físico y agudeza mental si desea obtener un ‘capricho’. No nos engañemos, ella es lista, y mucho. De lo contrario, ¿cómo habría logrado entrar a la Academia Cross si no?

Si por algún extraño e inverosímil casual llegara a enamorarse de una forma real y verdadera… bien, nadie sabe qué pasaría en ese aspecto, porque ella nunca ha experimentado algo semejante.

Y muchos se preguntarán, ¿por qué Ib es así? ¿Qué le lleva a convertirse de vez en cuando en alguien que repele la compañía de semejante manera? En realidad, la explicación es bastante más sencilla: se da asco a sí misma. Su comportamiento ha tenido tres evoluciones a lo largo del tiempo:

Spoiler:


Datos Biográficos

¿Cómo comienzan todas las historias? Con un ‘erase una vez’. Ah, no, espera, esto no es un cuento de hadas.

Ib Suhair Vilison nació en la bella Canadá. Tenía un hermano mellizo, Christian. Más que gemelos dicigóticos parecían dos gotas de agua, salvo en un aspecto: Christian tenía los ojos del mismo color que su padre, de un ambarino que la mujer que los había traído al mundo llamaba cariñosamente ‘lobuno’, mientras Ib sacó los ojos de…pues ninguno, eso era lo que sus padres extrañaban, en todo el “linaje” de los Vilison y Suhair solo habían ojos ambarinos y rojos, además de cafés, pero Ib los tenía de 3 colores, índigo, turquesa y amarillo.
La familia, desde antes del nacimiento de los pequeños, ya tenía problemas económicos por no lograr un trabajo estable. Cuando ellos dos llegaron, en la diminuta casa donde vivían se dispararon los gastos de una forma alarmante. Que si pañales, que si ropa, que si los gastos del agua caliente… fue una mala temporada para Thomas Suhair y Odette Vilison, quienes por el amor a sus recién llegados retoños, comenzaron a cargar con todas las penurias para evitar que éstas manchasen la suave piel de los nacidos. Odette, una inmigrante venida de Francia, estaba tratando de conseguir los papeles ya que aún no había completado todos los registros debido a una enfermedad que le trajo de cabeza durante el tiempo del embarazo. Su esposo, Thomas Suhair, la había conocido varios años atrás durante unas vacaciones, quedando prendado de ella por su gran intelecto más que por su físico. Y, él aun proviniendo de Canadá, no dudó en volver las siguientes vacaciones. Como era normal, se dieron direcciones mutuas, carteándose, de forma muy esporádica hablando por teléfono… el tiempo pasó con mayor rapidez para el joven trabajador de una empresa de automóviles, que guardaba dentro de sí una mayor formación cultural de la que el trabajo le permitía mostrar, al haber hallado una auténtica joya de mujer. En cuanto a Odette, ya no le parecía ser tan diferente a los demás aun llevando silla de ruedas, gracias a las conversaciones con el moreno.
Así, un tiempo después, Odette emprendía una arriesgada e impulsiva misión al embarcarse en un viaje que la llevaría cruzando el charco, cuando él recibió la noticia de que había sido despedido. Las caras de ambos fueron un poema al verse: ella, desde la puerta de embarque del puerto, él a pocos metros y sofocado por la carrera. Cabe decir que el abrazo que se otorgaron fue visto por cientos de conmovidos ojos que veían a esa pareja como los trágicos protagonistas de una novela del Romanticismo. Y así era, de cierta manera.
Poco tiempo después, contraían matrimonio en una pequeña iglesia, al notarse que ella había contraído una enfermedad durante su viaje en barco, que se adivinaba de difícil recuperación inmediata. Thomas, angustiado, no halló una mejor forma de expresar sus sentimientos por ella que pidiéndole su mano, llevado por un impulso dramático y la horrible idea de que ella pudiera acabar peor, sin saber jamás que él le habría jurado su devoción eterna.

Hay gente que hace tantas tonterías por amor...

Y Odette aceptó sin dudarlo. Poco después de la boda, la neumonía había decidido darle una tregua. Se enteró de ello el mismo día en el cual los médicos le informaban de que estaba embarazada. El gozo ante estas dos noticias no pudo ser mayor, y pese al largo y difícil embarazo, ocho meses después dos pares de ojos curiosos llegaron al mundo, observados por la pareja y tres ayudantes en el interior de un autobús con destino al hospital.
Así pues, como se contó anteriormente, la infancia de ambos niños estuvo marcada por las dificultades económicas. Para cuando sus padres lograron hallar trabajo (él de conserje y ella de ayudante de un empresario) e introducirles en la escuela, ellos ya tenían cuatro años y su personalidad estaba más bien definida. Parecían tener un interés especial en ser lo más distintos posible: mientras que Ib era callado, seria y bastante generosa, Christian era infantil, impulsivo y algo arrogante. Sin embargo, ante los demás siempre hacía más gracia ver los arrebatos de ira del de ojos ambarinos que la silenciosa tranquilidad de la menor de ellos. Porque sí, Ib había nacido con siete minutos de diferencia. Siete minutos que habían separado para siempre unos corazones que en principio latían a la par.
Ambos entraron al colegio seguidos por un corro de ojos curiosos. Ambos destacaron; sin embargo, cada uno en ciertas cosas: Christian se convirtió rápidamente en el ‘líder’ de una pandilla de chicos y chicas que idolatraban la brillante labia de su jefe. Ib, por el contrario, prefería la compañía de un libro o sencillamente quedarse durante los recreos mirando por la ventana. Algunos de los profesores le preguntaron qué le ocurría, pero ella sencillamente continuaba con sus extraños ojos mirando hacia el exterior, viendo el tiempo y las estaciones pasar sin dar muestras de alegría ni contento. Así, con trece años ambos, sus diferencias se habían intensificado más. La que mejores notas sacaba era Ib, y aun así no llegaban a más de ochos. El más solicitado y querido, Christian. Incluso entre su familia, era él, el que más conversaba con sus padres, el que se interesaba por hacer algunas veces la comida, el que sacaba la ropa de la lavadora y la tendía mientras Ib estaba estudiando en su cuarto. Pero no por ello se odiaban, oh, no. Se querían como dos hermanos con una buena relación, a pesar de no compartir todos sus secretos. Muchas veces tenían el mismo punto de vista acerca de una persona, hasta que llegaban a sus opiniones personales del uno y del otro, cuando acababan a miradas asesinas y desprecios verbales o silenciosos en cada caso.
Y, ese mismo año, les llegó a los dos mellizos la noticia de que iban a tener un nuevo miembro en la familia. Las reacciones, cómo no, fueron distintas: Christian estaba entusiasmado ante la perspectiva de tener un nuevo hermano o hermana; Ib no se pronunció. Se dio media vuelta y, ante los rostros preocupados de sus padres e irritado de su hermano, regresó al cuarto que ambos compartían para ponerse los auriculares y seguir escuchando música.
Al cabo de cinco meses, la familia Suhair había conseguido un nivel más bien estable, logrando no vivir al día y encontrándose en una situación más o menos soportable. Los hermanos se habían ido convirtiendo en jóvenes, que se iban marcando como adultos al mismo ritmo que lo hacían sus voces. Un rasgo curioso, que cambió la forma de ver a Ib del resto de su familia un poco, fue que en la noche de Navidad del año donde los mellizos habían cumplido catorce años, por primera vez en toda su vida Ib habló durante más de quince minutos en un tono más bien afable y sin querer alejarse al momento de su familia. Posteriormente, su madre lo denominaría como el mejor regalo de navidad que le habían hecho en mucho tiempo. Algo así era, puesto que por unos minutos, Ib se quitó de encima la soledad para tratar de zambullirse en un instante más cercano a su familia. Lo que pasó aquella noche fue como un preciado regalo que nunca más iba a repetirse.
Porque así fue. Poco tiempo después, nació la pequeña Cosette, de cabellos rubios como su madre y acariciadores ojos castaños. Una réplica exacta de la misma, siendo acogida con gran entusiasmo por sus padres y por su hermano Christian. Como era habitual, Ib no quiso estar en el ambulatorio para recibir al bebé. Aunque sus padres se resignaron al considerarla normal, Christian no. Los dos hermanos se quedaron en el hogar aquella noche, donde tuvieron una de las mayores discusiones de su vida. Acabando el mayor por golpear, fuera de sí, el rostro de Ib. Ésta, ante el impacto, giró la cabeza… para después devolverla a su lugar y decir claramente:

" Nuestros padres deben ser idiotas para traer una cría al mundo que lo único que ocasionará serán más gastos y dificultades "

Christian no podía creer lo que él acababa de decir. Y menos aún, el rostro tan demacrado del joven, que tenía los ojos desorbitados y un gesto de auténtico odio.
Al llegar sus padres a casa llevando al bebé en brazos, descubrieron con sobresalto que Christian estaba en el baño con un pañuelo cubriendo su mejilla, que sangraba abundantemente por un corte que le llegaba del rabillo del ojo izquierdo a la base de la boca. Horrorizados, trataron de ayudar a su hijo que les dijo con voz neutra que no hacía falta. Aun así, tuvo que ceder a ir al centro de Urgencias, dejando sola a Ib en casa. Ésta se encontraba en su cuarto, tirado en forma de ovillo, temblándole ligeramente los hombros. Y, bajo la cama, se encontraban unas tijeras abiertas que tenían un diminuto rastro del delator líquido rojizo que había dejado dos pequeñas gotas sobre la alfombra del cuarto.

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Cuando los mellizos cumplieron trece años, la vida seguía su curso con la normalidad ya frecuente en sus vidas. Sin embargo, algo había tenido que ocurrir entre ellos, puesto que ya apenas se hablaban y al hacerlo, sus palabras eran cada vez más mecánicas. Thomas y Odette no comprendían nada, pero volcados como estaban en el cuidado de su hija pequeña Cosette, que ya sabía andar y heredaba supuestamente la inteligencia propia familiar. Christian había decidido ir por la rama de Ciencias en su instituto, y hacerse investigador criminal o médico pediatra. Ib optó por letras, sin dar ninguna explicación acerca de la carrera que pensaba tomar. Así, el tiempo y las estaciones fueron rotando, hasta que con cuatro años la pequeña Cosette comenzó a manifestar ciertos signos del carácter de su hermano Christian. Era rebelde, orgullosa y ansiosa de salirse con la suya, algo de lo que Christian reía al verse tan reflejado en ella.
Nunca debieron hacerlo, irse sus padres a una pequeña fiesta de cada trabajo durante las vacaciones de Semana Santa dejando a sus hijos al cuidado de su hermana. Un agudo grito cortado súbitamente despertó a Christian a las siete de la tarde, mientras tomaba una siesta involuntaria al haberse quedado estudiando. Incorporándose precipitadamente, entró como una avalancha al cuarto de su hermana para ver a ésta en el suelo inconsciente, con una manita en la cabeza y sangrando profusamente por un feo golpe en su sien. A su lado, a los pies de la cama, Ib la miraba. Christian jamás había visto tal expresión de preocupación en su rostro, que se mantuvo incluso cuando ambos cruzaron miradas. En la mano de Ib había una pata de una de las mesas bajas de la habitación de Cosette, rota y astillada por uno de sus extremos y en uno de los cuales había algunas manchitas escarlatas. Al lado, la mesa de la cual provenía la pata estaba desplomada en el suelo, desmontada quizás por un repentino aumento de peso.
Ella dijo que estaba en el mismo cuarto, bajando la persiana, cuando su hermana se había encaramado a su mesa y había dicho que al saltar, Ib la cogiera. Un juego que le había costado caro al resbalar y caer sobre la mesa, que incapaz de aguantar el peso por los débiles materiales con los que estaba compuesta, se había roto. Al chocar contra el suelo, su cuerpecillo había girado hasta empotrarse contra una de las desprendidas patas, y Ib al ver tal estampa había intentado quitarle las astillas que aferrándose a su carne, la desgarraban. Sus padres le creyeron más o menos a pies juntillas, pero Christian no estaba convencido. Poco tiempo después, cada vez que se cruzaban por el pasillo el mayor miraba de una forma que quemaba con frío fuego al menor de los mellizos.
A esas alturas, ya nadie sabía lo que pasaba dentro de la cabeza o del corazón de Ib. No hablaba con nadie, no se relacionaba con nadie. En el entorno familiar, cumplía con lo básico: ayudar en las tareas de la casa y charlar muy de vez en cuando con sus familiares. Había algo que le hacía sumergirse cada vez más en su soledad: las frecuentes llamadas de los nuevos compañeros de su madre, una pareja de alta clase que no sentía reparo en conocer el hogar de su ‘señora de la limpieza y Acróbata’. Resultaba muy loable por su parte emplear a una minusválida, oh sí. Pero eso a Ib no parecía interesarle.
En cierta ocasión, los dueños de empresas que daban trabajo a su madre crearon una reunión en su casa para todo el personal, en la cual tratarían del suelo, las condiciones de empleo y los sectores de mejora. Junto con sus padres, el hijo de éstos (Bisexual [que coincidencia (¿?]), un muchacho de quince años llamado Dian. De ojos color grisáceo y cabellos negros como el ala de un cuervo, el muchacho fue recibido por los dos hermanos primogénitos, que, uno por obligación y otro por cortesía, hicieron una pequeña reverencia. Y, desde aquel momento, los ojos del joven se fijaron en uno de ellos. Lo más normal sería que hubiera ido tras el mayor (¿?): Christian lo tenía todo; facultades físicas, mentales (algo desaprovechadas por su afán de ser buena persona) y sociales. Sin embargo, se había decantado por la enigmático y silenciosa Ib, que en cuanto acabó la visita se levantó de su asiento y regresó a su cuarto ante la desaprobadora mirada de su familia, sorprendida por parte de los jefes de su madre, y admirada del muchacho.
No pasó mucho tiempo antes de que esa reunión, con los mismos componentes, se repitiera… en tres ocasiones. Durante todo el año, hasta que los mellizos cumplieron quince años un fresco veintitrés de Marzo. Por aquel entonces, Ib ya soportaba la compañía del caballero, que únicamente se sentaba a su lado en aquellos cortos ratos, cuando ella leía o estudiaba, y hacía lo mismo o simplemente le observaba, algo que al moreno le traía al fresco. Por consiguiente, cuando los padres del chico le dijeron que habían acordado un matrimonio con los suyos, sólo su hermano Christian sintió estupefacción ante el poco tiempo que llevaban desde haberse conocido. Ella ya tenía asumido que el otro le miraba con muy buenos ojos; si bien no había podido esperar que llegase tan lejos, le daba lo mismo. Tenía claro que su familia no estaba capacitada para aguantarle mucho más, y si él le quería… sería por algo, tendría que sufrirle si no le había aceptado ya como era.
Los padres de Ib, en un primer momento, desaconsejaron totalmente aquello. Hasta que, exasperados porque Dian no dejaba de insistir en querer ser el esposo de la rubia menor, los padres del muchacho le ofrecieron a los de Ib la posibilidad de que al entrar indirectamente ella en su familia, tuviera un mejor acceso a universidades y puestos de trabajo de mayor nivel. Ante tal oferta, Odette y Thomas quedaron perplejos, decidiendo acudir a consultar con su hijo. Viendo la despreocupación con la cual el muchacho acogía la noticia, tuvieron que aceptar este acuerdo. Pero no por sentir que habían hecho lo mejor para que su hijo pudiera tener mejor futuro durmieron con la conciencia tranquila.
Así pues, contrajeron compromiso el verano de ese mismo año. En los ojos del fulgurante prometido había amor, mientras que los de ella eran un vano reflejo del sentimiento flotante en los orbes plateados de él. La ceremonia de compromiso fue celebrada con pompa y boato, acudiendo únicamente los familiares más cercanos (por parte de Dian, primos, tíos, consuegros, abuelos...), y al finalizar la misma Ib cruzó una mirada con su hermano. Sólo vio recelo en esos orbes ambarinos. Se mudaron a un piso en el edificio donde la joven vivía anteriormente, aumentado su tamaño por unas obras a cargo de los padres de él.
Sería por una costumbre familiar por parte de él el prometerse a tan temprana edad como harían cuando tuvieran la mayoría de edad, puesto que él cumplía años en la misma área de doce meses que la pequeña; el caso era que a Ib no le importaba. Sin embargo, sí empezó a notar ciertos cambios en el temperamento de él. Al principio fueron muy sutiles: algún que otro puñetazo en la mesa cuando no la prestaba atención, un chillido seco, una mano temblorosa y anhelante de soltar una bofetada… pero después las cosas se fueron poniendo cada vez peor, mientras Ib empezaba a sentir algo similar a la extrañeza cuando él reía a carcajadas descontroladas para inmediatamente después lanzarse sobre ella y golpearle, la cuestión era hacerle daño física y verbalmente.
Poco tiempo después, se supo la verdad: a raíz de que, cierta noche unos meses antes de la boda, Ib despertara con la cama en llamas. Las cortinas ardían echando su negro humo en la sala, y la joven pudo salir a tumbos. Antes de caer desplomada al suelo, escuchó la risa burbujeante y gutural del otro, viendo cómo su figura ataviada con un traje blanco corría alegremente por el pasillo de la casa, el pelo ondeando al viento cual bandera oscura.
Los médicos fueron claros: psicosis y demencia por una anómala degeneración cerebral. El chico vivía en un universo paralelo, estaba encerrada en lo más profundo de su mente y su locura salía en momentos de gran tensión o arrebato. Dian tenía esa enfermedad desde hacía ya bastante tiempo, unos cinco años. Y, con el paso de meses y años, había empeorado. Lo más impactante de todo fue que los padres de Dian ya lo sabían, por ello habían hecho todo lo posible porque las visitas fueran escasas y lo más cortas posibles, para no desvelar el estado mental de él. Ambos progenitores tenían otro hijo mayor, permanentemente en viajes por la cuestión de heredar el negocio paterno al cabo de un tiempo, comenzando primero por la subdirección. Esas tres cabezas fueron las que urdieron el plan para quitar de en medio al hijo más pequeño, evitando la mala reputación que conllevaría tenerla en un centro psiquiátrico de alto prestigio y enviándola a la vez a un lugar con 'gente de confianza' que lo trataría bien. Bajo la excusa del amor de su hijo, se quitaban dos pájaros de un tiro: la posibilidad de la mala prensa por tener un hijo demente, y la seguridad del mismo con personas que pudieran cuidarla sin dar eco público al asunto.
Sus padres quedaron horrorizados, al igual que Christian. Ib, por su parte, escuchó callada toda la explicación. Miró una sola vez su mano, vendada y bajo ella algunas quemaduras de un nivel más grave que menos, heridas que dejarían su marca para toda la vida. Un solo vistazo fue suficiente para alzar la cabeza y condenarse a sí mismo.

" Yo cuidaré de él y procuraré que no sufra ningún daño. "

Christian exhibió el mismo rostro que cuando tenían quince años y ella había dicho aquellas crueles palabras acerca de su hermana menor que habían quedado grabadas en su memoria. ¿Ib realmente había hecho eso? ¿Era capaz de actuar así ante los demás y de tan distinta forma con su familia?
La explicación más sencilla que todos pensaron fue que el joven se había enamorado de Dian. Pero ella nunca lo confirmó, tampoco dijo lo contrario. Regresó al hogar, construyó un cuarto especial para su “esposo”, le asignó una enfermera y allí lo encerró. Pasó el tiempo, e Ib continuó asistiendo al instituto hasta cumplir los dieciséis, edad en la que ocurrió el peor de los asuntos en los que se había involucrado la joven. El mismo año en el cual contrajo matrimonio en una boda de gran esplendor, donde nadie se fijó en las cintas que ocultaban correas ciñendo los brazos del novio.
Un incendio. Se declaró en su hogar, ya de noche cerrado, dos meses después de la ceremonia del matrimonio. Los escasos sirvientes, cortesía de los padres del esposo, salieron aterrorizados de sus cuartos para ver con angustia en el exterior de la casa, cómo las llamas devoraban los muros del recinto. La escena más terrorífica fue observar cómo Dian, eternamente vestida con su traje blanco, subía por la trampilla del tejado para situarse sobre éste y reír frenéticamente. Pocos instantes después, Ib salía por el mismo lugar. Los sirvientes miraron con los ojos brillantes por las flamas cómo su señora extendía una mano mientras gritaba a su esposa que no se acercase más al borde. Él, mirándole fijamente, dejó de reír y abrió los brazos. Como un pájaro, su cuerpo cayó desde lo alto siendo abrazado por el fulgor llameante, mientras la mujer continuaba de pie con la mano extendida, mirando al vacío.

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El tiempo pasó. Un año después, Ib vivía a pocas manzanas de la casa en ruinas. Allí ya se contaban historias absurdas: se conocía el derruído lugar como donde cierta pareja de recién casados habían habitado hasta que el fuego la derribó una noche sin luna. Los acongojados padres del novio ya se encargaron de forrar el bolsillo de los sirvientes para que éstos no contaran nada de lo que allí habían visto u oído.
Ib al no tener a dónde ir, se unió al circo donde ella era una Acróbata, malabarista, domadora, de lo qu, el resto se dedicaba a vagar por las calles y con suerte lograba hacer skateboarding y se dedica a pintar paredes (grafiti), sin saber prácticamente nada de sus padres. Únicamente mantenía un contacto mensual, con suerte, gracias a las llamadas telefónicas de su hermano Christian.
La vida para ella era pura monotonía. En el fondo, siempre lo había sido. Pero las tragedias, tal vez por esos siete minutos que le separaban de su hermano, tenían puestas en ella sus malvados ojos. Ib, por la televisión, no tardó mucho en descubrir que su hermano se había convertido en un hombre de talento al haber abandonado la medicina para dedicarse al periodismo, escribiendo pequeños ensayos en editoriales de periódicos de la zona y ganando buenas críticas por éstos provenientes de gente de cultura. En alguna ocasión, Ib llegó a leer uno de esos textos, y arrugó el papel con fuerza mientras su cara se mantenía serena al terminarlo. Siempre el afable. Siempre el ameno. Siempre el intelectual, que le había superado incluso en eso, el campo donde antaño él le había dado veinte vueltas. Siempre Christian.
Como si la mismísima Eris, diosa de la discordia, le hubiera escuchado pensar de tan maligna manera, la suerte quiso que Ib y Christian fueran en sus propios automóviles al mismo tiempo, la noche del trece de Enero del año en el cual ambos cumplirían diecisiete años. Christian iba tarareando una canción que había subido a los números uno en las últimas semanas, contento mientras llevaba en la parte del copiloto a su novia con quien estaba saliendo desde hacía dos meses. Charlaban de vez en cuando, comentaban la cena que tendría lugar esa noche; la reunión familiar donde él la presentaría. Ib iba con la radio apagada en un coche de segunda mano, mirando las luces de la carretera y de los coches. Regresaba del trabajo, con el sueldo del mes en el bolsillo y los ojos ligeramente vidriosos.
Sucedió en apenas veinte segundos. Repentinamente, un coche invadió el carril contrario, posiblemente un borracho que no hubiera querido nunca provocar el accidente en cadena múltiple en el que desembocó su acción. Ib, al escuchar un estruendo, giró el rostro para ver cómo un coche salía despedido hacia delante, y antes de que lograra apartarse del todo, otro coche se interpuso entre él y la primera víctima del accidente, saliendo ambos despedidos contra los arcenes de la carretera.
Con el corazón latiéndole con fuerza por el sobresalto, Ib miró el desolador panorama, mientras el coche que se había interpuesto entre el vehículo del moreno y el que el borracho había empujado daba una lenta vuelta de campana por la colisión y quedaba de lado, hecho prácticamente un amasijo de hierro.
Apenas tuvo tiempo de distinguir dos figuras en su interior. Una mujer al fondo, un hombre más cerca de Ib en cuestión espacial. Un rostro que se giraba hacia el suyo, como un espejo; dos rostros iguales, idénticos, uno intacto y otro manchado de sangre. Dos pares de ojos ambarinos, que dirigían una mirada serena a los conmocionados orbes índigos de Ib. Tres segundos después, el coche estallaba en llamas, contagiando a los otros vehículos y creando un infierno de fuego.

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Cinco meses después, Ib había acabado los trámites en el juzgado donde debía presentar testimonio como testigo. Se había matriculado, al finalizar el juicio por el homicidio de siete personas causado por un recién despedido de su trabajo, a la Academia Cross, buscando alejarse lo más posible de su familia, de su hogar pero sin abandonar del todo sus raíces. Pero, ¿los motivos reales por los cuales había entrado en esa Academia en concreto? Sólo ella los sabía.

Habilidad: ¿Además de velocidad y fuerza?
Spoiler:
¿Por dónde empezar?, pues bueno Ib en si solo tiene la habilidad de controlar lo que serían:

♦♦ Rayos de energía: La habilidad para generar o transformar diversas formas de energía en un rayo de energía “sólido” destinado a impactar violentamente un objetivo, hace falta mucho tiempo para poder canalizar dicha energía.

Técnicas: ~ Golden Stars: Es una técnica simple, los rayos de energía toman forma de estrellas, que funcionan tanto como atacar como para defenderse

Defensa:
Ataque:



Extras

~~Gustos~~
-El circo
-Las fiestas
-Los animales domésticos y salvajes
-Apostar y por supuesto ganar
- las emociones fuertes
-los caramelos y todo lo dulce
-disfrazarse
-Comida, en especial la comida chatarra su debilidad (?)

~~Disgustos~~
✗Su cabello odia su forma, parecen rayos (?)
✗ Odia sonrojarse o sentirse vulnerable. Simplemente no tolera que le vean de esa forma, se siente débil y odia considerarse de esa manera. Dentro de esa categoria entraría estar enamorada, por que sí, tambien considera eso como un estado débil. ¿Y qué decir de los celos? Nada le enferma más que estar celosa.
✗ Detesta con toda su alma llorar, y más aún que la vean llorar. Como se mencionó, ella odia que la encuentren en un estado débil, que intenten consolarla y confortarla.
✗ Tampoco le gustan las personas falsas que se hacen pasar por sus amigos para obtener algo a cambio, o a las personas hipócritas, egocéntricas y mentirosas.
✗ Un asunto que le repugna es el maltrato animal, simplemente no lo tolera para nada, la hace enfurecer terriblemente.
✗ Tampoco le gustan los hombres que se quieran pasar de listos por tener un rostro bonito, en realidad, ella no tendrá problema alguno con acomodarles un buen golpe, ya que no por el hecho de que sea mujer signifique que no sepa defenderse.
✗ También le molesta ser ignorada, puesto que si tiene voz lo esperado es que la escuchen, ¿o no?
✗ Que un ser querido sea lastimado.
✗ La pimienta, la odia. No puede aguantar ni su olor ni su sabor.
✗ Su estatura y odia que la molesten con eso.

~~Manías~~
-Juega con su cabello cuando está nerviosa
-Antes de salir come un chocolate, dice que es de "buena suerte"

~~Miedos~~
-Además de Slenderman (?)
☠ Tiene pánico a las arañas.
☠ Teme a quedarse sola en algún sitio. Perderse o que le ocurra algo y nadie sepa de ella.
☠ Los cementerios la repelen. Los odia con toda su alma, se ha negado a ir incluso cuando enterraron a sus abuelos. Aunque en ese caso al final cedió.
☠ Desde que de pequeña vio la película del muñeco Chucky, nunca ha vuelto a tener un muñeco. Los tiró todos y aún todavía sigue temiéndoles.

~~Otras cosas~~

✑ Tiene un pequeño gatito, llamado Mishifú que le compraron de pequeña, con 7 años, desde entonces siempre ha estado con el gato, es agresivo con todos menos con ella [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen].

Sabe hablar Inglés en un nivel alto, ya que es su idioma natal; Francés en un nivel medio puesto que lo estudió en el colegio y conoce algunas palabras sueltas en alemán, italiano y japonés. Pero para nada sabe hablar esos tres idiomas, simplemente se interesa por ellos y en sus ratos libres busca algunas palabras o expresiones.
✑ Su sueño para el futuro es ser dueña de un circo.
✑ No es nada supersticiosa, es más, le encanta el número 13, los gatos negros y de pequeña le gustaba bailar con el paraguas abierto dentro de su habitación.
✑ Nació el 13 de Marzo,he ahi el porqué del cariño a ese número.
✑ Es virgen a su 18 años, y piensa serlo hasta que no encuentre a alguien a quien verdaderamente ame. Es algo que para nada le avergüenza.
✑ Guarda toda una colección de figurillas de papel que ha ido guardando conforme las hacía.
✑ Comenzó a tener curiosidad por los circos cuando vio por la televisión un documental.
✑ Practica Skateboarding aunque no es muy buena, al menos lo intenta

~¿Algo más que añadir?~
- Bueno, por añadir me queda que es cazadora por su propia cuenta, no quiere depender de la "Asociación", se podría decir que también es una caza recompensas( Solo cuando el dinero falta).

Nombre del anime/manga/videojuego: Karneval

Nombre del personaje original: Tsukumo



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Última edición por Ib S. Vilison el Jue Ene 17, 2013 7:09 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Dino Herondale Jue Ene 17, 2013 6:50 pm

Todo bien. Salvo esto .-.

Siempre ha querido tener un hermano, ya que es hija única
No entendí eso, si se supone que Chris es su gemelis D:

Y lo otro: Practica skateboarding? caza recompensas? 1313~ ewe
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Mensaje por Ib S. Vilison Jue Ene 17, 2013 7:12 pm

Corregida~~ :3

eso del hermano lo coloqué antes de la historia actual, luego olvidé quitarlo XD
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Mensaje por Dino Herondale Jue Ene 17, 2013 7:18 pm

Aceptada~
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